Surfing the heaven
Era jueves. Un jueves normal. No uno tan normal. El miércoles había salido a cenar bien y disfrutar un poco. Era un jueves normal. Tenía que dar una conferencia. Una por Vídeo Conferencia, que voy muy mal de tiempo últimamente como para viajar más. Era un jueves normal, y había llegado pronto a la oficina para publicar un post rápido con las pruebas de la última actualización de WhatsApp y el borrado de mensajes remotos.
Me puse el gorro en mi despacho. Me conecté a la Vídeo-Conferencia con la UPCT y participé de 10:15 a 10:45 con unas preguntas sobre mi trabajo, la seguridad, AURA, y alguna cosa más. Fue algo rápido, solo media hora. Y desconecté la sesión. Era un jueves normal. Y como tal, tenía un buen montón de reuniones e incluso una comida. Había que seguir.
Cerré la tapa del portátil en mi despacho, me puse los cascos para seguir escuchando "30 Seconds to Mars" que me tiene enganchado y agarré mi longboard para irme al edificio a la siguiente reunión que tenía en 10 minutos. Encendí Spotify y salió Bright Lights, que me encanta. Genial. Salí del ascensor, pasé por las puertas giratorias del edificio Oeste 1 y me subí a mi longboard.
Bajé la cuesta que está en frente de Oeste 1 y pasé por delante de la cafetería que está en la plaza. La que los veteranos del Distrito C conocen como Oeste 4 y giré ente dos árboles para tomar la cera camino del Edificio Central donde tiene lugar la siguiente reunión. Eran las 11 menos 5 minutos y la tenía a las 11:00.
Tomé la curva por la acera perfectamente, entre las motos y paralelo a la fila de taxis, como he hecho decenas y decenas de veces. Pasé por las entradas y salidas de los parkings levantando la nariz de mi longboard para tomar más velocidad. Subí a la zona de acera enfrente del auditorio y comencé a bajar por la cuesta que lleva a la plaza que hay debajo del edificio central. Debajo de los despachos y en frente de la fuente en el lago central de Telefónica.
Encaré la cuesta, comencé a bajar pensando en los temas que iba a hablar en la reunión y vi el final de la cuesta, con la alcantarilla que tantas veces he vadeado. Decidí una ruta a seguir, y continué pensando en mi reunión.
Y nada más.
Lo único que recuerdo después es negro. Como el final de The Soprano. Eran las 11 menos cinco de la mañana y entré en un sueño negro. Relajado. Calmado. Feliz. Negro. Solo negrura. Luego comenzó un sueño. Un sueño donde yo bajaba en monopatín por la rampa y veía la alcantarilla al final del túnel. Y algún ruido a lo lejos.
Luego una nebulosa. Un sueño extraño. Un sueño en el que oía voces mientras bajaba la cuesta en mi monopatín. Seguía bajando la cuesta. Era infinitamente larga. Muy larga. Y luego oía voces. Alguna imagen suelta. De alguien cerca de mí. Tocándome el brazo. Tocándome la cabeza. Y seguía bajando la cuesta con mi monopatín. Ruidos. Y voces que me llamaban. Negro todo al fondo. Y yo bajaba feliz con mi monopatín la cuesta, pensando en la reunión de trabajo que tenía después.
De repente. Luz. Abro los ojos. ¿Dónde estoy? Estoy tumbado. Hay gente conmigo. Veo a mi amigo Alejandro Ramos que está conmigo al lado de un chaval joven. Su cara me suena. Se ríe como si hubiera dicho algo gracioso. ¿Qué hago aquí? ¿Qué me ha pasado?
Tengo un ojo hinchado, un par de bonitas cicatrices que van a decorar mis 42 años y un recuerdo que me va a animar a vivir más y mejor. Me echo a dormir por la noche. Duermo mucho. Me duele la muñeca derecha. El costado derecho. La cabeza entera. Tengo heridas en la cadera derecha y el muslo derecho con hematomas pequeños. Sonrío. Estoy bien.
"¿Vaya susto, eh?", me dice el "Padre" Parada. “Para habernos matado”, contesto. "Ha sido como surfear el cielo". Me ha llamado todo el mundo. Me han prohibido usar más el monopatín. Hoy no puedo tomar vino. Me duele la cabeza. Tengo puntos en la cara. El ojo hinchado. Me duelen las costillas, los dientes, la cara, la cadera y me sangra una herida en el muslo. Voy con mi amigo en su coche. Llevo mi bolsita de Telefónica con las gominolas que me ha traído mi “como-si-fuera-mi-mamá” en Telefónica. He contestado todos los mensajes que he podido. Han sido muchos los que he recibido en estas últimas 24 horas. He devuelto llamadas de teléfono. No todas. Aún me duele mucho la cabeza.
Llueve, voy a ver a mis amigos de los 50 Chuletones de Grey. Hoy tenemos una comida chulísima que he organizado yo hace tres meses. Llevo una muñeca con algodones y gasas. Me acaban de quitar la vía intravenosa. Me pongo las gafas de sol. Me miro al espejo retrovisor del copiloto. No se nota tanto. Cierro los ojos, otra vez a oscuras, y me veo feliz. Voy bajando la cuesta montado en mi monopatín.
Figura 1: Surfing the heaven |
Me puse el gorro en mi despacho. Me conecté a la Vídeo-Conferencia con la UPCT y participé de 10:15 a 10:45 con unas preguntas sobre mi trabajo, la seguridad, AURA, y alguna cosa más. Fue algo rápido, solo media hora. Y desconecté la sesión. Era un jueves normal. Y como tal, tenía un buen montón de reuniones e incluso una comida. Había que seguir.
Cerré la tapa del portátil en mi despacho, me puse los cascos para seguir escuchando "30 Seconds to Mars" que me tiene enganchado y agarré mi longboard para irme al edificio a la siguiente reunión que tenía en 10 minutos. Encendí Spotify y salió Bright Lights, que me encanta. Genial. Salí del ascensor, pasé por las puertas giratorias del edificio Oeste 1 y me subí a mi longboard.
Bajé la cuesta que está en frente de Oeste 1 y pasé por delante de la cafetería que está en la plaza. La que los veteranos del Distrito C conocen como Oeste 4 y giré ente dos árboles para tomar la cera camino del Edificio Central donde tiene lugar la siguiente reunión. Eran las 11 menos 5 minutos y la tenía a las 11:00.
Tomé la curva por la acera perfectamente, entre las motos y paralelo a la fila de taxis, como he hecho decenas y decenas de veces. Pasé por las entradas y salidas de los parkings levantando la nariz de mi longboard para tomar más velocidad. Subí a la zona de acera enfrente del auditorio y comencé a bajar por la cuesta que lleva a la plaza que hay debajo del edificio central. Debajo de los despachos y en frente de la fuente en el lago central de Telefónica.
Encaré la cuesta, comencé a bajar pensando en los temas que iba a hablar en la reunión y vi el final de la cuesta, con la alcantarilla que tantas veces he vadeado. Decidí una ruta a seguir, y continué pensando en mi reunión.
Y nada más.
Lo único que recuerdo después es negro. Como el final de The Soprano. Eran las 11 menos cinco de la mañana y entré en un sueño negro. Relajado. Calmado. Feliz. Negro. Solo negrura. Luego comenzó un sueño. Un sueño donde yo bajaba en monopatín por la rampa y veía la alcantarilla al final del túnel. Y algún ruido a lo lejos.
Luego una nebulosa. Un sueño extraño. Un sueño en el que oía voces mientras bajaba la cuesta en mi monopatín. Seguía bajando la cuesta. Era infinitamente larga. Muy larga. Y luego oía voces. Alguna imagen suelta. De alguien cerca de mí. Tocándome el brazo. Tocándome la cabeza. Y seguía bajando la cuesta con mi monopatín. Ruidos. Y voces que me llamaban. Negro todo al fondo. Y yo bajaba feliz con mi monopatín la cuesta, pensando en la reunión de trabajo que tenía después.
De repente. Luz. Abro los ojos. ¿Dónde estoy? Estoy tumbado. Hay gente conmigo. Veo a mi amigo Alejandro Ramos que está conmigo al lado de un chaval joven. Su cara me suena. Se ríe como si hubiera dicho algo gracioso. ¿Qué hago aquí? ¿Qué me ha pasado?
Alejandro me dice que esté tranquilo, que me he caído con el monopatín y me he dado un golpe en la cabeza, pero que estoy bien, que estoy en el hospital. ¿Dónde está mi móvil? Pregunto. Miro la hora. Voy a llegar tarde a la reunión. Alejandro y el joven se ríen. No veo bien por el ojo derecho. Algo me pasa. Ha venido Nuria, después de tantas cosas, y de compartir conmigo a Mi Survivor y a Mi Hacker, es en quien primero pensé cuando tomé consciencia de lo que me había sucedido. Tengo que hablar con ella. Seguro que ella se ocupa de todo si yo no puedo. Hay que recoger a las salvajes del colegio. Iba a ir yo. Pero creo que no puedo. Al verme ensangrentado se desmaya. Yo también cierro los ojos para desaparecer un rato.
Vienen tres mujeres de blanco y me sujetan la cabeza. Me dicen que son de cirugía estética y que me esté tranquilo. Me lavan la cara con agua y sale sangre que me salpica por entero. Me clavan unas agujas y comienzan a coserme. Cierro los ojos para no molestar y vuelve a estar todo negro.
Suenan pitidos. Muchos. Abro los ojos. Estoy en una máquina grande que se gira y pasa sobre mí. Yo también me muevo. Me sacan y me ponen en otra cama. Me vuelvo a dormir. Me sacan otra vez. Me vuelvo a dormir. Ruidos muy fuertes. Muchos ruidos. Muy altos. Abro los ojos. Estoy dentro de una máquina. Veo luces y una malla de piezas blancas. Suena mucho ruido. Me duermo.
Me vuelvo a despertar y viene un doctor. Su cara me es familiar. Pero es la primera vez que lo veo. ¿Te acuerdas de mí? No, pero me suena tu cara. Bien. ¿Qué edad tienes? 42. ¿Cómo te llamas? Chema Alonso. ¿Qué número usas de pie? 42, creo. Reutilizo la compra por Amazon habitualmente. ¿Te duele algo? Todo. ¿Qué me ha pasado? Te has caído con el monopatín, ¿te acuerdas? No.
Me duermo. Me despierto. Me llevan a la habitación. Está mi familia conmigo. Me duermo durante muchas horas. Me despierto por la noche. Tengo hambre de lobo. Me ha llamado medio mundo. He podido hablar un rato con algunas personas y he avisado para que en la newsletter de mi unidad pongan que estoy bien. El equipo de comunicación lo hace con el humor que tanto me gusta. Ya estoy bien. Dolorido, pero bien.
Tengo un ojo hinchado, un par de bonitas cicatrices que van a decorar mis 42 años y un recuerdo que me va a animar a vivir más y mejor. Me echo a dormir por la noche. Duermo mucho. Me duele la muñeca derecha. El costado derecho. La cabeza entera. Tengo heridas en la cadera derecha y el muslo derecho con hematomas pequeños. Sonrío. Estoy bien.
Me traen el desayuno. Leche con café descafeinado sin azúcar. Por favor, ¡sacadme de aquí! Yo no tomo leche, ni descafeinado. Café solo largo americano y muy dulce. Necesito irme. No he podido postear el viernes. Tengo una comida con amigos. Estoy bien. Hacedme las últimas pruebas que me quiero ir. Me dan el alta de la cabeza “No estás peor de lo que estabas”. Me hacen la última prueba a mi muñeca derecha. Tengo dolores porque debo tener alguna fisura. Muñequera y listo. Me espera mi amigo Parada con el motor en marcha.
"¿Vaya susto, eh?", me dice el "Padre" Parada. “Para habernos matado”, contesto. "Ha sido como surfear el cielo". Me ha llamado todo el mundo. Me han prohibido usar más el monopatín. Hoy no puedo tomar vino. Me duele la cabeza. Tengo puntos en la cara. El ojo hinchado. Me duelen las costillas, los dientes, la cara, la cadera y me sangra una herida en el muslo. Voy con mi amigo en su coche. Llevo mi bolsita de Telefónica con las gominolas que me ha traído mi “como-si-fuera-mi-mamá” en Telefónica. He contestado todos los mensajes que he podido. Han sido muchos los que he recibido en estas últimas 24 horas. He devuelto llamadas de teléfono. No todas. Aún me duele mucho la cabeza.
Llueve, voy a ver a mis amigos de los 50 Chuletones de Grey. Hoy tenemos una comida chulísima que he organizado yo hace tres meses. Llevo una muñeca con algodones y gasas. Me acaban de quitar la vía intravenosa. Me pongo las gafas de sol. Me miro al espejo retrovisor del copiloto. No se nota tanto. Cierro los ojos, otra vez a oscuras, y me veo feliz. Voy bajando la cuesta montado en mi monopatín.
Saludos Malignos!
4 comentarios:
Wow! Me alegra que estes bien!
By the way... hasta para relatar tu accidente tienes verso ;)
A ver la seguridad informática es muy importante.
Pero chiquillo la seguridad en él deporte lo es más.
Lleva casco y la protección adecuada. No es cómodo lo se, pero tampoco es cómodo tener usando él antivirus que consume recursos del sistema.
Aaaaaayyyy!!! Que te nos desparramas!!!! Me alegro que ya estés mejor...
Ahhhyahy!!! Si es que cuando se conduce por ciudad hay que estar a ello y evadirse menos.
Me alegro que todo quedase en un susto, coscorrón y tatuaje de cremallera. Recuperate pronto y pon un poco mas de espacio entrelíneas en la agenda.
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