Hace unos meses asistí a una charla que daba alguien que de esto de los aviones sabe un montón y dijo una frase que hizo que desde entonces antes de subir a un pájaro de hierro llame a los seres que quiero. No, no os asustéis tanto como yo, lo que pasa es que, en la mayoría de los casos, una vez que te abrochas el cinturón y se dice eso de “cross-check realizado” en las puertas cerradas, la suerte está echada.
La frase en concreto que dijo fue algo así como “En un incidente aéreo, la probabilidad de salir diciendo ‘uf que susto’ es infinitamente menor que la de todos muertos”.
Claro, desde entonces, las medidas de seguridad que se toman dentro del avión me preocupan un poco menos, y puedo disfrutar más de situaciones como la que viví ayer en mi vuelo a Praga.
La historia radica en que las filas de asientos en las puertas de emergencia son muy golosas par todo el mundo ya que, como muchos sabéis, para que se pueda salir bien del avión, en el hipotético caso de un aterrizaje de emergencia del avión, como en el ejemplo del amerizaje en el Hudson de New York.
Por lo tanto, las normas de seguridad en las compañías aereas, exigen que las personas que se sienten en esas filas de asientos cumplan al menos dos requisitos:
1) No tengan problemas físicos para que puedan abrir las puertas.
2) Que hablen inglés para que sigan las órdenes de la tripulación.
Ya volviendo de Oslo el año pasado, Palako y yo tuvimos una anécdota con un señor que pedía sentarse en la fila e emergencia porque “no podía estirar la rodilla porque la tenía mal”. Así que la señorita le enseño el cartel de “sin problemas físicos” y le mando a galeras. En el asunto de ayer, el tema fue el inglés.
Llegué el primero a la fila de embarque y pedí un asiento en la fila de emergencia, y me hicieron la rutinaria pregunta de, “¿usted habla inglés?” A lo que contesté sin mayor esfuerzo un triste “Yes”, y pensé "si se le puede llamar inglés a lo que yo chapurreo..." Nada de alguna frase elaborada, o un triste Yes, I do para aparentar más o algo similar. La señorita me miró y me dio el asiento 10A. Listo.
Cuando llegué a la posición en la que luego buscarían mi cadaver en caso de que pasase algo, vi que en la otra mitad de la fila, es decir, en los tres asientos de la fila 10 del otro lado, estaban sentadas tres señoras de unos 55 a 60 años, con sus joyas, con sus bolsos, todas ellas de una altura de 1,50 más o menos, con sus abrigos, y hablando en un español con acento gallego muy divertido. Las tres parecían muy emocionadas y excitadas con el viaje, y con sus flamantes asientos de la fila de emergencia.
De repente llegó la azafata a la que, por su envergadura y tamaño, llamaremos Inga, para que os hagáis una idea. Rubia, 1.80, 110 – 80 – 110, y con una sonrisa blanca como la nieve que hoy cubre Praga. Se acercó a mí y me impartió las consignas habituales que sirven como Soma de que sí que se puede salir vivo de un accidente. Ya sabéis las preguntas de que si sabía inglés, que en el dibujo estaba como abrir la puerta, que la ventana debía estar abierta durante el despegue y aterrizaje y que no se puede poner ningún bulto en las filas de emergencia.
Cuando terminó conmigo fue a por las tres amigas. Se acercó a ellas y las dijo:
“Hello, you are in an emergency exit, do you speak English?”
La más echada para adelante, la sonrió, y desde su asiento de ventanilla, la dijo, en perfecto español a la checa:
“Un poquito bonita, pero habla despacito, que si no, no te entiendo nada, guapa”
Las otras dos amigas se reían por lo bajini aferrando con sus muñecas empulseradas hasta le codeo, los bolsos esos que llevan algunas madres y en los que cabe hasta la batidora, por si hay que pasar algo rápidamente por la turmi. Inga, parpadeó un par de veces, e intentó recuperarse de lo que la hubiera dicho la jovenzuela, para continuar su charla en inglés.
“Ma’am, during take-off and landing, all your personal belongs, should be stored in the upper lockers”
Mientras Inga hablaba, las señoras cabeceaban y sonreían simulando entender lo que decía, pero se veía a legua que no estaban cazando ni media. Obviamente, no hicieron ni amago de moverse y subir sus bolsos a los maleteros. Inga sonrió, y volviendo a la señora de la ventanilla, que por lo menos tenía menos vergüenza en simular que se enteraba de algo, volvió a insistir:
“It's necessary that you stored all your bags in the lockers, madams, ok?”
A lo que la señora, tras terminar el último cabeceo de asentimiento, y sin moverse ni soltar sus bolsos, contestó.
“Muy bien guapa, y a ver si la próxima vez, igual que hacemos nosotras con el inglés, te esmeras tú con el español, ¿eh, bonita?”
Inga dio un core-dump y miró extrañada en derredor. Yo, que ya no podía parar de troncharme con la escena, dejé de descojonarme, e intenté ayudar a las señoras a entender que tenían que deshacerse de sus bolsos durante el despegue.
Al final, las señoras cumplieron dejando los bolsos, pero no soltaron su poltrona en la fila de emergencia, ni tampoco Inga se lo solicitó. ¿Para qué? ¿Porqué no sabían inglés? Total… las probabilidades de salir vivos en un incidente aéreo son las que son…
Saludos Malignos!