Días de Colegas.
Desde que vine al mundo hace ya más de cuatro décadas he tenido la suerte de hacer muchos amigos – o colegas, como decíamos en el barrio -. Muchos de ellos los conservo, otros se me han separado un poco por los avatares de la vida. De mi vida, de sus vidas. Con lo movida que ha sido mi vida hasta ahora, he disfrutado de conocer a mucha gente y hacer muchos amigos, aunque es verdad que en muchos momentos en que me han pasado cosas duras, me he aislado un poco. Necesito tiempo en soledad para superar momentos duros.
Hoy en día tengo buenos amigos. Amigos con los que mantengo las mismas reglas de los colegas de barrio de siempre. "Esto es de primero de colegas", les digo. Buenos colegas hoy en día. Gente que se preocupa por mí y que está disponible para cuando tiro de ella, pero hoy os quería hablar de lo importantes que fueron mis colegas del barrio. De la primera mitad de la vida. De esos que estaban allí en Móstoles, viviendo situaciones similares a mí. Y cómo me apoyaron. Y especialmente de algunos de ellos.
Tendría 17 años y fue cuando conocí a una de las personas que más influyó en mi vida durante esos años. Pasé con él hasta los 20 años, más o menos, en una estrecha relación que me permitió descubrir valores en personas que me ayudarían mucho en el futuro. Fueron días de colegas en el barrio en los que me pude haber perdido definitivamente en la vida, y mis colegas me ayudaron a que no lo hiciera.
He de decir que cuando puse el nombre al Dragón Juancho lo hice un poco pensando en mi amigo Juancar, tres o cuatro años o así mayor que yo, y del que me quedé prendando con 17 años. Su fortaleza como persona era única. Un líder nato para los adolescentes del barrio de aquel entonces. Un héroe para un joven como yo. Se quedó huérfano por culpa de un fatídico accidente de tráfico y vivía solo en una casa, lo que hizo que se convirtiera en nuestro centro de reuniones, fiestas y aventuras. Era la pieza central que juntaba el grupo de amigos que nos reuníamos con él.
Era moreno, alto, fuerte, divertido, guapo para las chicas a las que volvía locas, y estaba alcoholizado perdido. Bueno, no solo él, también todos los demás. Eran años en los que la fiesta duraba de lunes a domingo y en los que mientras que yo hacía mi último curso antes de entrar a la universidad, el antiguo C.O.U., y mi primer curso en la Escuela Universitaria de Informática de Sistemas, estaba agarrado a un cubata, una cerveza, un cigarro o lo que pillara a mano.
Las fiestas eran de lunes a domingo. Jugábamos a las cartas. A juegos de mesa. A juegos de beber. Disparábamos perdigones contra dianas en el pasillo. Jugábamos a mil juegos en un AMIGA 500. No iba a dormir a mi casa casi ningún día. Saltábamos de coche en coche por la noche. De garito en garito. Nos metíamos en líos con chicas en los pubs de Móstoles. Nos querían pegar por querer ligar con unas chicas, nos quitábamos las novias – o ellas nos compartían -, nos reíamos hasta llorar con chistes estúpidos o con bromas que nos hacíamos unos a otros. Devorábamos raciones de patatas bravas en la cafetería La Flecha de Móstoles, y dormíamos cuando podíamos y dónde podíamos.
Es difícil recordar todos los detalles de algo que pasó hace más de 22 años. Fueron dos o tres años extraños en los que amigos se tragaron monedas jugando a meter un duro en un vaso, en los que hacíamos las locuras de juventud que hacen hoy en día los chavales, botellones, acampadas, concursos de beber cerveza, etcétera – pero sin Instagram, Twitter o WhatsApp -. Éramos jóvenes, de Móstoles, sin haber casi salido de allí en la vida, y estábamos un poco perdidos en el mundo. ¿Qué más daba? ¿Qué nos depararía el futuro?
Lo cierto es que, a pesar de esos excesos de juventud, yo conseguí sacar una buena media de 7.5 en C.O.U., con varios sobresalientes, varios notables y un bien, lo que me dejó en una buena calificación para hacer la selectividad y entrar en la universidad. Pero tampoco es que me importara mucho en aquel momento. Estaba disfrutando mis días de colegas, y parecía imposible que me fuera a librar de acabar trabajando en una obra como todos los miembros de mi familia.
En aquellos momentos, cuando mejor me lo estaba pasando con los colegas, fue Juan Carlos el que siempre estuvo detrás de mí. Mi colega, mayor que yo, huérfano, alcoholizado, alegre, guapo, simpático, empático y buena gente, fue el que me puso los puntos sobre las íes. El que me obligaba a estudiar cuando tenía examen. El que me regañaba si no me levantaba para ir al instituto.
Después me eché mi primera novia, – con la que estuve un par de años -, empecé a centrarme un poco y dejar tantas fiestas. Mis colegas decían que estaba en un “viaje de regresión astral”. Juancar estaba contento conmigo, pero aun así mis colegas quisieron quitarme a la novia. ¡Panda de alimañas!
Puse la cabeza a mirar al futuro, y empecé a trabajar en el verano antes de entrar en la universidad. Trabajé en una obra como albañil para poder comprarme luego mi primer coche (un Seat Ibiza negro de la primera edición). No sabía qué haría en el futuro para ganarme la vida, pero cuando llegaba de la obra a la estación de Móstoles donde me esperaba Bali, con los dedos ensangrentados por los cortes con las esquirlas del ladrillo tosco que se metían dentro de los guantes, le decía algo a mi novia:
En el año 1996, con 21 años, cuando estaba a punto de terminar mi primera etapa en la universidad, volvía a encontrarme con Yuyi. Una chica con la que había compartido 8º de EGB en el Colegio Público Pablo Sorozabal. Nos vimos, y quedamos a tomar un café en La Flecha. Llegué a la cafetería andando y ella llegó con su flamante Renault Megane verde. Tenía el modelo que acababa de salir al mercado. “Una niña pija”, pensé. Lo que son las primeras impresiones. La pobre trabajaba 12 horas todos los días junto a su familia en una fábrica para vivir.
Pero cuando abrió el maletero del coche me ganó. Lo abrió y me enseño una caja llena de libros de informática. “Son para ti”, dijo. Un tesoro, pensé. “No puedo aceptarlo, es un regalo muy caro”, respondí. Se rio y me dijo:
Pero aquel día, con 21 años, decidía aceptar los libros y aprovecharlos. Los leí, los compartí con mi colega-hermano Rodol, los debatimos juntos, y comenzamos a trabajar por primera vez en algunos trabajillos como informáticos. Eso sí, yo tuve que hacer con Rodol como Juancar hizo conmigo. Rodol estaba trabajando de repartidor con un amigo en una furgoneta y le dije un día:
Yo tenía solo 21 años, y toda esa vida está en la primera mitad de mi existencia, pero me ayudó. Si tú das con colegas en tu misma situación en tu barrio, con aspiraciones, y que te apoyan cuando te pierdes, tienes un tesoro. Valora lo que te aportan, y apórtales lo que puedas.. Hay gente que tiene contactos, enchufes o padrinos en la vida. Los chicos del barrio solo tenemos colegas sin contactos, enchufes o padrinos. Para mí fueron días extraños, pero sobre todo, días de colegas que me marcaron para siempre.
Saludos Malignos!
Figura 1: Días de Colegas. |
Hoy en día tengo buenos amigos. Amigos con los que mantengo las mismas reglas de los colegas de barrio de siempre. "Esto es de primero de colegas", les digo. Buenos colegas hoy en día. Gente que se preocupa por mí y que está disponible para cuando tiro de ella, pero hoy os quería hablar de lo importantes que fueron mis colegas del barrio. De la primera mitad de la vida. De esos que estaban allí en Móstoles, viviendo situaciones similares a mí. Y cómo me apoyaron. Y especialmente de algunos de ellos.
Tendría 17 años y fue cuando conocí a una de las personas que más influyó en mi vida durante esos años. Pasé con él hasta los 20 años, más o menos, en una estrecha relación que me permitió descubrir valores en personas que me ayudarían mucho en el futuro. Fueron días de colegas en el barrio en los que me pude haber perdido definitivamente en la vida, y mis colegas me ayudaron a que no lo hiciera.
He de decir que cuando puse el nombre al Dragón Juancho lo hice un poco pensando en mi amigo Juancar, tres o cuatro años o así mayor que yo, y del que me quedé prendando con 17 años. Su fortaleza como persona era única. Un líder nato para los adolescentes del barrio de aquel entonces. Un héroe para un joven como yo. Se quedó huérfano por culpa de un fatídico accidente de tráfico y vivía solo en una casa, lo que hizo que se convirtiera en nuestro centro de reuniones, fiestas y aventuras. Era la pieza central que juntaba el grupo de amigos que nos reuníamos con él.
Era moreno, alto, fuerte, divertido, guapo para las chicas a las que volvía locas, y estaba alcoholizado perdido. Bueno, no solo él, también todos los demás. Eran años en los que la fiesta duraba de lunes a domingo y en los que mientras que yo hacía mi último curso antes de entrar a la universidad, el antiguo C.O.U., y mi primer curso en la Escuela Universitaria de Informática de Sistemas, estaba agarrado a un cubata, una cerveza, un cigarro o lo que pillara a mano.
Las fiestas eran de lunes a domingo. Jugábamos a las cartas. A juegos de mesa. A juegos de beber. Disparábamos perdigones contra dianas en el pasillo. Jugábamos a mil juegos en un AMIGA 500. No iba a dormir a mi casa casi ningún día. Saltábamos de coche en coche por la noche. De garito en garito. Nos metíamos en líos con chicas en los pubs de Móstoles. Nos querían pegar por querer ligar con unas chicas, nos quitábamos las novias – o ellas nos compartían -, nos reíamos hasta llorar con chistes estúpidos o con bromas que nos hacíamos unos a otros. Devorábamos raciones de patatas bravas en la cafetería La Flecha de Móstoles, y dormíamos cuando podíamos y dónde podíamos.
Es difícil recordar todos los detalles de algo que pasó hace más de 22 años. Fueron dos o tres años extraños en los que amigos se tragaron monedas jugando a meter un duro en un vaso, en los que hacíamos las locuras de juventud que hacen hoy en día los chavales, botellones, acampadas, concursos de beber cerveza, etcétera – pero sin Instagram, Twitter o WhatsApp -. Éramos jóvenes, de Móstoles, sin haber casi salido de allí en la vida, y estábamos un poco perdidos en el mundo. ¿Qué más daba? ¿Qué nos depararía el futuro?
Lo cierto es que, a pesar de esos excesos de juventud, yo conseguí sacar una buena media de 7.5 en C.O.U., con varios sobresalientes, varios notables y un bien, lo que me dejó en una buena calificación para hacer la selectividad y entrar en la universidad. Pero tampoco es que me importara mucho en aquel momento. Estaba disfrutando mis días de colegas, y parecía imposible que me fuera a librar de acabar trabajando en una obra como todos los miembros de mi familia.
En aquellos momentos, cuando mejor me lo estaba pasando con los colegas, fue Juan Carlos el que siempre estuvo detrás de mí. Mi colega, mayor que yo, huérfano, alcoholizado, alegre, guapo, simpático, empático y buena gente, fue el que me puso los puntos sobre las íes. El que me obligaba a estudiar cuando tenía examen. El que me regañaba si no me levantaba para ir al instituto.
“Chema, tú vales. Tú eres buen estudiante, eres listo, y tienes que llegar lejos. No puedes quedarte en sólo la fiesta. No puedes dejar que la vida te lleve. Tienes que estudiar, acabar tu carrera, y llegar lejos. No te quedes en un bar jugando a las cartas y bebiendo cubatas.”Con Juancar me he pegado, he discutido, me he abrazado, compartimos chicas y fiestas. Incluso libros, que compartía la afición de la lectura de los libros de Stephen King. Amigos y aventuras. El tiempo y la vida se lo llevó a vivir lejos. Canarias, Brasil, quién sabe dónde anda ahora. Pero siempre me marcaba para que estudiara. Se acordaba de mis exámenes y me obligaba a presentarme y sacar buenas notas. Entre fiesta y cubata. Y yo le hacía caso, porque era como mi hermano mayor. Un hermano mayor muy especial.
Después me eché mi primera novia, – con la que estuve un par de años -, empecé a centrarme un poco y dejar tantas fiestas. Mis colegas decían que estaba en un “viaje de regresión astral”. Juancar estaba contento conmigo, pero aun así mis colegas quisieron quitarme a la novia. ¡Panda de alimañas!
Puse la cabeza a mirar al futuro, y empecé a trabajar en el verano antes de entrar en la universidad. Trabajé en una obra como albañil para poder comprarme luego mi primer coche (un Seat Ibiza negro de la primera edición). No sabía qué haría en el futuro para ganarme la vida, pero cuando llegaba de la obra a la estación de Móstoles donde me esperaba Bali, con los dedos ensangrentados por los cortes con las esquirlas del ladrillo tosco que se metían dentro de los guantes, le decía algo a mi novia:
“¿Ves estos dedos sangrando? Pues que te quede claro que voy a estudiar y trabajar duro para que estos dedos no toquen más que un teclado y un ratón en el futuro”.Y ella me ayudó a buscarme la vida dando clases particulares. Como curiosidad, su madre era profesora, y también me ayudó y entablamos una buena relación de amistad. De hecho cuando yo tenía 19 años, ella me decía: "Tú no lo sabes aún, Chema, pero vas a llegar lejos y yo te veré en la televisión y diré. Ése de ahí, tomaba café en mi casa". Y acabó llevando razón como aún me recuerda.
En el año 1996, con 21 años, cuando estaba a punto de terminar mi primera etapa en la universidad, volvía a encontrarme con Yuyi. Una chica con la que había compartido 8º de EGB en el Colegio Público Pablo Sorozabal. Nos vimos, y quedamos a tomar un café en La Flecha. Llegué a la cafetería andando y ella llegó con su flamante Renault Megane verde. Tenía el modelo que acababa de salir al mercado. “Una niña pija”, pensé. Lo que son las primeras impresiones. La pobre trabajaba 12 horas todos los días junto a su familia en una fábrica para vivir.
Pero cuando abrió el maletero del coche me ganó. Lo abrió y me enseño una caja llena de libros de informática. “Son para ti”, dijo. Un tesoro, pensé. “No puedo aceptarlo, es un regalo muy caro”, respondí. Se rio y me dijo:
“Si no los quieres los voy a regalar a otro o tirar, tú verás. Son para ti, que estudias, y seguro que te ayudan a terminar tus estudios y aprender más. No hay muchos buenos estudiantes, y tú eres uno de ellos. Ya eras un empollón en el colegio, así que… aprovéchalos”.No sabía Yuyi lo que estaba haciendo, pero me apoyó para poder empezar a trabajar como informático. Gracias a esos libros, conseguí mis primeros trabajos como informático. Tampoco sabía Yuyi, ni yo mismo, que años después compraría a 10 metros de donde aparcó el coche, en la joyería Felipe II, el anillo de pedida que nos llevaría a ser padres de Hacker & Survivor. Más un montón de vivencias, buenas y malas, que de eso va la vida. De que te pasen cosas buenas y malas hasta que ya no te pasa nada.
Pero aquel día, con 21 años, decidía aceptar los libros y aprovecharlos. Los leí, los compartí con mi colega-hermano Rodol, los debatimos juntos, y comenzamos a trabajar por primera vez en algunos trabajillos como informáticos. Eso sí, yo tuve que hacer con Rodol como Juancar hizo conmigo. Rodol estaba trabajando de repartidor con un amigo en una furgoneta y le dije un día:
“Vamos a montar una empresa tú y yo de informática, tenemos que hacer más que trabajar en una obra y cargando lavadoras”.Y él me dijo:
”Ni de coña, ¿estás loco?”.Pero esa es otra historia que ya os contaré. Lo cierto es que, en el barrio, además de salir de fiesta, de estar con chicas, de disfrutar los cachondeos con mis colegas Yustav, Molallan, Bali, Clara, David “Rabo” (no preguntéis por el mote), Rodol, Romero, Fontecha, Yuyita, David el Rubio, Ipe, Raúl el Beatle, Fabio o Charly – por citar solo algunos de mis amigos de la primera mitad de mi vida -, encontré a un montón de gente que quería salir adelante y que me apoyaron. Gente humilde que quería avanzar en el mundo y que me animó a continuar el largo camino que hay desde que estás sentado en un banco del parque en la Calle Barcelona de Móstoles en el barrio de La Loma hasta mi sitio hoy en el mundo.
Yo tenía solo 21 años, y toda esa vida está en la primera mitad de mi existencia, pero me ayudó. Si tú das con colegas en tu misma situación en tu barrio, con aspiraciones, y que te apoyan cuando te pierdes, tienes un tesoro. Valora lo que te aportan, y apórtales lo que puedas.. Hay gente que tiene contactos, enchufes o padrinos en la vida. Los chicos del barrio solo tenemos colegas sin contactos, enchufes o padrinos. Para mí fueron días extraños, pero sobre todo, días de colegas que me marcaron para siempre.
Saludos Malignos!
17 comentarios:
Hermoso chema, leer cosas asi da animo a muchisima gente a no bajar los brazos, a darse cuenta quienes son los verdaderos AMIGOS/COLEGAS, quien es la gente que realmente vale la pena, y darse cuenta por quienes vale la pena luchar !!!
Un abrazo Desde Argentina
Y A VER CUANDO TE DAS UN VIAJE POR ESTOS LADOS QUE HAY ASADOS PARA COMPARTIR
Que grande! El camino te estaba llevando a donde debias acabar y a do de estas hoy. Yo me despiste y ahora voy a la retaguardia.
Excelente! Eres de los afortunados que supieron entender que una pala llena de concreto pesa más que un lápiz bien afilado.
¡Sigue siendo bueno!
Me encanta leer estas pequeñas historias. Muy grande Chema
Me encanta leer estas pequeñas historias. Muy grande Chema
Inspirador chema! gracias por compartir.
Me identifico totalmente con tus letras, lo único que yo no quise hacer caso y estudiar en la universidad, de lo que me arrepiento tremendamente pero en su caso 6 años de FP en electrónica industrial me permitió tener lo que tengo, una familia, y dos tesoros a los que quiero con locura, y varios AMIGOS de barrio.
Ajjajajajaja toda la razón paisano, recuerdo verte más de una vez en la zona de arriba, en las escaleras tomando cubatas y ya con tu gorro q te caracteriza, cuanto habrá vivido ese gorro!
Pequeñas historias de la vida de cada uno, a mis 21 años de edad, con grandes metas y pequeños proyectos por cumplir con temas de Informática, siendo a veces muy criticado que lo que hago a veces para las personas cercanas es algo subnormal pero siempre con las ganas de seguir adelante y leyendo buenos temas.
Saludos desde Perú,
Gran Chema Alonso,
Buen ejemplo a seguir
Un post muy bonito y muy interesante, Chema. Enhorabuena.
Como mostoleño me ha gustado especialmente, ya que me he visto reconocido en varios aspectos y, por supuesto, en varios de los sitios que se mencionan :)
Saludos,
Chen.
Me ha emocionado compañero. Me veo reflejado y en cierta medida, no deja de ser un periodo de tiempo que nos define como persona, más que como profesional. Un saludo.
Llegues donde llegues, es muy bueno no olvidar de donde vienes. Tener los pies en el suelo te da alas muy potentes ccuando echas a volar.
Hola Chema pensé que no eras humano pero veo que los informáticos también tenemos sentimientos y una historia por contar.
Saludos
Te juro que podría estar leyendo una versión de mi vida, salvo por pequeños detalles. También viví mi juventud en Móstoles (cerca de la estación central), también me jugué buenas farras con colegas del barrio que no tenían nada que ver con los colegas de la universidad. Fiestas, cachondeo, chicas, peleas, borracheras, artes marciales y líos en pueblos de alrededor... de todo menos drogas. Y yo era el único que se marcaba como meta la universidad. Recuerdo también las mismas palabras de la madre de uno de mis colegas de farra: "tú vales mucho", o las de uno de mis colegas de gimnasio "jej, no sabía que eras un tipo listo". Y de alguna forma vives como si el futuro no existiera, porque, para gente que crece en estos barrios, no hay una red de contactos que te informe de lo que hay ahí fuera. Como dice Chema, no hay padrinos que te acojan bajo su ala protectora, eso no es Sillicon Valley. En realidad vas conociendo el mundo a través de pequeños actos de coraje, dejar de seguir con cierto estilo de vida, abrirte paso en la universidad entre "pijos" y chicos de barrio como yo. Ni la informática ni ninguna de las tecnologías era una disciplina que no tenía adeptos hace 15 o 20 años, cuando no existía internet y no era fácil explorar posibilidades. Yo también he de agradecer a un chaval que fue el referente que necesité para comenzar a estudiar la Ingeniería Superior de Informática. Era un tipo centrado, estudiaba informática, practicaba judo, sabía de reparar ordenadores ... yo quería ser como él!. Y poco a poco la vida me ha llevado lejos de mi país, desarrollando la carrera para la que estudié y planteándome volver o no. Pero en cualquier caso tengo que agradecer la influencia de todas aquellas personas que estuvieron en aquellos años confusos de mi vida.
Estimado amigo y colega.
Espero que seas muy feliz y que no te la casques mucho en la bañera.
Bueno a lo que nos ocupa.
Vamos ha zanjar de una vez por todas ese rollo que tienes.
Tú y sólo tú tienes lo que mereces, nadie te ha dado nada y sólo tu familia te ha ayudado a conseguirlo.
Yo sólo vi lo que cualquier capullo borracho hubiera visto, que eras un niño prodigio. Osea que tú ya lo sabías.
Zanjado el tema, tengo muchas ganas de verte y darte un abrazo.
Haber si coincidimos en España y nos tomamos unas cervezas o donde quiera que sea.
Un fuerte abrazo de uno que no escribe y que no habla por teléfono. Pero que no olvida.
Siempre estarás en mi corazón.
Un beso. Mariconazo.
Juancho
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