Nadie más que tú decide cuándo dejar de dar zancadas
Me gusta comer bien. Cenar una mariscada con una botella de vino en buena compañía, o una buena carne con un buen Jumilla. Me gusta tomarme una copa en la sobremesa y hablar durante horas. Tomar Cava. Me gustan los helados y el chocolate. Comer “pelotazos” con una cerveza mientras veo una serie en el sofá. Pistachos y copas con colegas hasta altas horas de la noche. No digo que no a una buena paella, o a una parrillada con amigos, y mi último cumpleaños fue una comilona. Disfruto de estos actos sociales.
Como contrapunto de estos pequeños excesos, hace cuatro años, más o menos, comencé a hacer deporte. Antes no me había interesado demasiado y solo hacía esporádicamente algo de Snowboard en temporada de invierno. Empecé a salir con la bicicleta por cosas del destino, y me enamoré. Mi vida fue mucho más plena dedicando algo de tiempo a la bicicleta y hacer algo de deporte cada día.
No hago ningún exceso, y el deporte que meto en mi vida es poco. De media hora a hora y media, dependiendo del tiempo que tenga cada día. Intento salir con la bici por las mañanas, como ya os he contado, pero si está lloviendo hago algo de bicicleta estática, si estoy en un hotel bajo un rato al gimnasio, o si estoy de viaje intento hacer otra cosa dependiendo de con quién esté. Andar, algo de máquinas, spinning o lo que sea. Al final, se trata solo de mover el cuerpo un ratito para que la mente funcione mejor.
Si es fin de semana, o cuento con algo de tiempo, intento hacer también otro tipo de deportes que me diviertan, así que es habitual que un sábado o un domingo salga a patinar, a montar con el skate o incluso me vaya a patinar sobre hielo. Esos ratitos son momentos de diversión que no cuentan casi como deporte. Y si el día lo permite, lo mismo me escapo una horita a nadar, que aunque no es de los deportes más divertidos para mí, cambiar de vez en cuando me anima a que siga siendo de interés para mí.
Como os he dicho al principio, vivo como una persona normal, y no hago ejercicio en exceso, solo para mantenerme un poco más activo, y ninguna de mis actividades es exagerada.
Uno de los deportes que practico poco es correr. Salir a la calle a echarse una carrera es algo que hace tres años atrás comencé a hacer de seguido cuando tenía poco tiempo. Nada exagerado, salir de 20 a 30 minutos para correr entre cuatro y seis kilómetros. Nada para los grandes corredores que hay hoy en día. Sin embargo, intento no hacerlo, y solo cuando no tengo otra oportunidad u otra franja de tiempo, sigo saliendo a la calle a dar patadas al asfalto.
Es un deporte muy intenso, y suelo sufrir en las articulaciones mucho cuando corro. Me analicé la pisada, me compré las zapatillas de correr adecuadas a mi zancada, me controlo el ritmo, etcétera. Pero aún así, dolores en rodillas, gemelos, cuádriceps y ampollas en los deditos, son recuerdos divertidos de las carreras que suelo darme. Es un deporte duro.
Sin embargo, cuando voy corriendo la cabeza va más deprisa. No me sucede lo mismo que cuando voy con la bicicleta, que puedo olvidarme completamente de que estoy subiendo una cuesta, o de que llevo 20 kilómetros en las piernas, y estar pensando en nuevas ideas e incluso teniendo una conversación telefónica con alguien. Corriendo no puedo. Tengo que concentrarme en seguir adelante. En llegar al destino.
Cuando voy corriendo la tentación está ahí al lado. Sé que andando tardo unos diez minutos en recorrer un kilómetro, mientras que cuando corro son alrededor de cinco minutos y medio, más o menos, así que la diferencia entre seguir manteniendo el esfuerzo en la carrera y disfrutar de un plácido paseo son apenas unos minutos de retraso en la llegada al destino. ¿Por qué no parar?
Cada zancada que das corriendo es aumentar el esfuerzo, y en cada una de ellas, puedes parar. En cada una de ellas puedes decir, “vamos a por el plácido paseo”. Solo tengo que no levantar el otro pie en la siguiente zancada. Solo tengo que ponerme a pasear y relajarme escuchando música y disfrutando del paisaje....
Pero ni de broma voy a hacerlo. Otros, tal vez, pero no yo.
Yo no puedo hacer eso. No me deja mi forma de ser. No me deja mi conciencia. No me deja mi espíritu. Sería como traicionar todo lo que soy. Todo lo que he hecho durante mucho tiempo. Si me he planteado esta carrera de 4 kilómetros entonces hago esta carrera de 4 kilómetros y punto. No importa si me han salido ampollas y duelen, no importa si estoy cansado. Regula la respiración, reduce un poco la intensidad, pero sigue saltando en la próxima zancada. En lo que quieres alcanzar en el siguiente paso.
Yo soy así. Y creo que en el momento en que deje de dar esa zancada, será el momento en que me deje ir. El momento en el que metafóricamente me vaya de mi tiempo…
Hace no mucho, vi una obra de teatro donde se planteaba una pregunta: Aceptar 100.000 € ahora o 1.000.0000 € dentro de 10 años. Un simple test psicológico para ver si eres paciente o impaciente a la hora de gestionar tu vida. La respuesta va cambiando, entre las diferentes personas. Unos quieren el dinero rápido y otros son más de esperar. Yo soy más de pelear.
Para mí, la pregunta en mi cabeza se transforma en “Chema, ¿cómo con 100.000 € ahora eres capaz de generar más de 1.000.000 € dentro de 10 años, y que además sea divertido?”. No es el camino fácil de coger 100.000 y olvidarse de lo “duro” que es esperar. No, es el camino más difícil y más divertido de ponerse un reto de 4 kilómetros y saber que no vas a poder parar de dar zancadas en los próximos 10 años.
Al final, lo que sucede es que cada uno decidimos cuando, en nuestros estudios, en nuestra carrera profesional, en nuestros propios retos o en nuestros sueños personales, preferimos dejar de pelear y dejar de dar otra zancada para relajarnos disfrutando de un paseo por la vida. Decidimos cuándo vamos a dejar de intentar hacer el kilómetro a cinco veinte y pasar a ir paseando a diez. Es una decisión personal de cada uno, que tomamos en cada zancada. En cada nuevo salto.
Yo suelo explicar esto con una tira del genial Quino y Mafalda, como os he contado muchas veces. En ella Mafalda le pregunta a su padre “Cómo eran las cosas en sus tiempos”. El padre le da una retahíla de respuesta nostálgica llena de cosas del pasado. Mafalda se queda triste. El papá le pregunta “¿Dije algo que no te gustó, Mafalda?”. Mafalda contesta que “Me hubiera gustado que me dijeras que estos son tus tiempos”. Amo a Quino y a Mafalda. De hecho le dediqué una tira de mis querido No Lusers.
Yo nunca me olvido de esto. Estos son mis tiempos de seguir dando zancadas. De seguir saltando a cinco veinte en mi vida personal, profesional, o en mis retos y sueños personales. No me pongo a disfrutar del paseo a diez. Aún no. Estos son mis tiempos.
No importa si tienes 16 años y estás estudiando. No importa si tienes 21 años y estás en la universidad. No importa si estás en un trabajo que no te gusta con 28 años, o si con 33 años en una empresa haciendo cosas divertidas y no piensas en nada más. No importa si te han echado del trabajo con 46 años o si con 55 te sientes poco realizado y quieres cambiar de trabajo. Estos son tus tiempos. Esta es tu época. No te has ido. No pasó tu época. No pasaron tus tiempos. Eres tú el único que decide si has dejado de dar zancadas porque era muy cansado y te has puesto a pasear – como hace mucha gente – y disfrutar del paisaje. Mira tus pies, y dite la verdad. ¿Sigo dando zancadas o estoy paseando? ¿Has dejado de soñar con los ojos abiertos?
Y sin embargo, a pesar de que es uno de los deportes que menos me gusta. Aun así, aun con todo y eso, sigo saliendo a correr de vez en cuando. ¿Por qué lo hago? Pues por dos cosas. La primera es que con poco tiempo puedes conseguir el mismo resultado que necesitas con un deporte menos intenso, como la bicicleta o ir a estar una hora con los patines. La segunda es que para correr solo necesitas voluntad. Ponerte las zapatillas, levantar la cabeza, ponerte Spotify con tus canciones favoritas y empezar a dar zancadas. Si has dejado de correr, comenzar a correr otra vez es tan fácil como volver a dar zancadas.
Figura 3: Time of my life
Os dejo una canción que me salió en la Spotify mientras corría el otro día que me ha encantado y ha motivado que os escribiera este artículo. La canción ganó el American Idol hace años, y la verdad es que la letra es preciosa.
Saludos Malignos!
Figura 1: Nadie más que tú decide cuando dejar de dar zancadas |
Como contrapunto de estos pequeños excesos, hace cuatro años, más o menos, comencé a hacer deporte. Antes no me había interesado demasiado y solo hacía esporádicamente algo de Snowboard en temporada de invierno. Empecé a salir con la bicicleta por cosas del destino, y me enamoré. Mi vida fue mucho más plena dedicando algo de tiempo a la bicicleta y hacer algo de deporte cada día.
No hago ningún exceso, y el deporte que meto en mi vida es poco. De media hora a hora y media, dependiendo del tiempo que tenga cada día. Intento salir con la bici por las mañanas, como ya os he contado, pero si está lloviendo hago algo de bicicleta estática, si estoy en un hotel bajo un rato al gimnasio, o si estoy de viaje intento hacer otra cosa dependiendo de con quién esté. Andar, algo de máquinas, spinning o lo que sea. Al final, se trata solo de mover el cuerpo un ratito para que la mente funcione mejor.
Si es fin de semana, o cuento con algo de tiempo, intento hacer también otro tipo de deportes que me diviertan, así que es habitual que un sábado o un domingo salga a patinar, a montar con el skate o incluso me vaya a patinar sobre hielo. Esos ratitos son momentos de diversión que no cuentan casi como deporte. Y si el día lo permite, lo mismo me escapo una horita a nadar, que aunque no es de los deportes más divertidos para mí, cambiar de vez en cuando me anima a que siga siendo de interés para mí.
Como os he dicho al principio, vivo como una persona normal, y no hago ejercicio en exceso, solo para mantenerme un poco más activo, y ninguna de mis actividades es exagerada.
Uno de los deportes que practico poco es correr. Salir a la calle a echarse una carrera es algo que hace tres años atrás comencé a hacer de seguido cuando tenía poco tiempo. Nada exagerado, salir de 20 a 30 minutos para correr entre cuatro y seis kilómetros. Nada para los grandes corredores que hay hoy en día. Sin embargo, intento no hacerlo, y solo cuando no tengo otra oportunidad u otra franja de tiempo, sigo saliendo a la calle a dar patadas al asfalto.
Es un deporte muy intenso, y suelo sufrir en las articulaciones mucho cuando corro. Me analicé la pisada, me compré las zapatillas de correr adecuadas a mi zancada, me controlo el ritmo, etcétera. Pero aún así, dolores en rodillas, gemelos, cuádriceps y ampollas en los deditos, son recuerdos divertidos de las carreras que suelo darme. Es un deporte duro.
Sin embargo, cuando voy corriendo la cabeza va más deprisa. No me sucede lo mismo que cuando voy con la bicicleta, que puedo olvidarme completamente de que estoy subiendo una cuesta, o de que llevo 20 kilómetros en las piernas, y estar pensando en nuevas ideas e incluso teniendo una conversación telefónica con alguien. Corriendo no puedo. Tengo que concentrarme en seguir adelante. En llegar al destino.
Cuando voy corriendo la tentación está ahí al lado. Sé que andando tardo unos diez minutos en recorrer un kilómetro, mientras que cuando corro son alrededor de cinco minutos y medio, más o menos, así que la diferencia entre seguir manteniendo el esfuerzo en la carrera y disfrutar de un plácido paseo son apenas unos minutos de retraso en la llegada al destino. ¿Por qué no parar?
Cada zancada que das corriendo es aumentar el esfuerzo, y en cada una de ellas, puedes parar. En cada una de ellas puedes decir, “vamos a por el plácido paseo”. Solo tengo que no levantar el otro pie en la siguiente zancada. Solo tengo que ponerme a pasear y relajarme escuchando música y disfrutando del paisaje....
Pero ni de broma voy a hacerlo. Otros, tal vez, pero no yo.
Yo no puedo hacer eso. No me deja mi forma de ser. No me deja mi conciencia. No me deja mi espíritu. Sería como traicionar todo lo que soy. Todo lo que he hecho durante mucho tiempo. Si me he planteado esta carrera de 4 kilómetros entonces hago esta carrera de 4 kilómetros y punto. No importa si me han salido ampollas y duelen, no importa si estoy cansado. Regula la respiración, reduce un poco la intensidad, pero sigue saltando en la próxima zancada. En lo que quieres alcanzar en el siguiente paso.
Yo soy así. Y creo que en el momento en que deje de dar esa zancada, será el momento en que me deje ir. El momento en el que metafóricamente me vaya de mi tiempo…
Hace no mucho, vi una obra de teatro donde se planteaba una pregunta: Aceptar 100.000 € ahora o 1.000.0000 € dentro de 10 años. Un simple test psicológico para ver si eres paciente o impaciente a la hora de gestionar tu vida. La respuesta va cambiando, entre las diferentes personas. Unos quieren el dinero rápido y otros son más de esperar. Yo soy más de pelear.
Para mí, la pregunta en mi cabeza se transforma en “Chema, ¿cómo con 100.000 € ahora eres capaz de generar más de 1.000.000 € dentro de 10 años, y que además sea divertido?”. No es el camino fácil de coger 100.000 y olvidarse de lo “duro” que es esperar. No, es el camino más difícil y más divertido de ponerse un reto de 4 kilómetros y saber que no vas a poder parar de dar zancadas en los próximos 10 años.
Al final, lo que sucede es que cada uno decidimos cuando, en nuestros estudios, en nuestra carrera profesional, en nuestros propios retos o en nuestros sueños personales, preferimos dejar de pelear y dejar de dar otra zancada para relajarnos disfrutando de un paseo por la vida. Decidimos cuándo vamos a dejar de intentar hacer el kilómetro a cinco veinte y pasar a ir paseando a diez. Es una decisión personal de cada uno, que tomamos en cada zancada. En cada nuevo salto.
Yo suelo explicar esto con una tira del genial Quino y Mafalda, como os he contado muchas veces. En ella Mafalda le pregunta a su padre “Cómo eran las cosas en sus tiempos”. El padre le da una retahíla de respuesta nostálgica llena de cosas del pasado. Mafalda se queda triste. El papá le pregunta “¿Dije algo que no te gustó, Mafalda?”. Mafalda contesta que “Me hubiera gustado que me dijeras que estos son tus tiempos”. Amo a Quino y a Mafalda. De hecho le dediqué una tira de mis querido No Lusers.
Figura 2: La tira homenaje a Quino y Mafalda que hice en mis No Lusers |
Yo nunca me olvido de esto. Estos son mis tiempos de seguir dando zancadas. De seguir saltando a cinco veinte en mi vida personal, profesional, o en mis retos y sueños personales. No me pongo a disfrutar del paseo a diez. Aún no. Estos son mis tiempos.
No importa si tienes 16 años y estás estudiando. No importa si tienes 21 años y estás en la universidad. No importa si estás en un trabajo que no te gusta con 28 años, o si con 33 años en una empresa haciendo cosas divertidas y no piensas en nada más. No importa si te han echado del trabajo con 46 años o si con 55 te sientes poco realizado y quieres cambiar de trabajo. Estos son tus tiempos. Esta es tu época. No te has ido. No pasó tu época. No pasaron tus tiempos. Eres tú el único que decide si has dejado de dar zancadas porque era muy cansado y te has puesto a pasear – como hace mucha gente – y disfrutar del paisaje. Mira tus pies, y dite la verdad. ¿Sigo dando zancadas o estoy paseando? ¿Has dejado de soñar con los ojos abiertos?
Y sin embargo, a pesar de que es uno de los deportes que menos me gusta. Aun así, aun con todo y eso, sigo saliendo a correr de vez en cuando. ¿Por qué lo hago? Pues por dos cosas. La primera es que con poco tiempo puedes conseguir el mismo resultado que necesitas con un deporte menos intenso, como la bicicleta o ir a estar una hora con los patines. La segunda es que para correr solo necesitas voluntad. Ponerte las zapatillas, levantar la cabeza, ponerte Spotify con tus canciones favoritas y empezar a dar zancadas. Si has dejado de correr, comenzar a correr otra vez es tan fácil como volver a dar zancadas.
Figura 3: Time of my life
Os dejo una canción que me salió en la Spotify mientras corría el otro día que me ha encantado y ha motivado que os escribiera este artículo. La canción ganó el American Idol hace años, y la verdad es que la letra es preciosa.
Saludos Malignos!
9 comentarios:
Me ha encantado. Un abrazo!
No cuadra Maestro , lo que parece determinación puede ser falta de adaptación , correr a pie para quemar más en menos tiempo , lo de siempre , esclavos del tiempo .
¿ Dónde quedó lo de disfrutar en cada cosa que hacemos ?
Muy contradictorio todo.
@Df.... lo que digo es que cuando alguien se pone un reto - como correr - cuando se pone difícil, solo tú decides cuándo lo dejas. Yo prefiero la felicidad de mi bicicleta que correr. Lo he dicho muchas veces :)
De lo mejor que he leído en mucho tiempo. Quizás lo valoro así porque me identifico 100% con tus reflexiones y experiencias "deportivas" extrapoladas a la vida real (personal y profesional).
Compartido con mis íntimos.
Gracias Chema por subir post como estos. En mi caso particular , es una píldora positiva de motivación más en todos los aspectos. Un día te presentaste por mi antigua empresa (gracias a Dios que me fui de esa cárcel),cuando estabas en informática 64 para dar un seminario de seguridad. El jefe del PANOPTICO me castigó, dando soporte, para que no pudiese asistir a tu charla jajajaj! Que recuerdos...
No he tenido una vida fácil, digamos que no he podido tener oportunidades para desarrollarme en el ámbito educativo, y a la larga te pasa factura si te quieres dedicar en un sector tan especifico como la seguridad o la administración de servidores.
He pasado por muchas empresas, y a mis 40 años me queda mucha vida por delante...
Estoy retornando a la seguridad y a la administración de servidores, la curiosidad ( esa chispa que siempre se mantiene encendida dentro de mi ), es fundamental para volver a engancharme en el vagón de las ilusiones. Dispongo de mucho TIEMPO, tiempo para formarme, tiempo para pensar, tiempo para experimentar, tiempo para diseñar el presente.
El camino no es fácil, soy un ser humano y también tengo mis debilidades...apretar y salir fuera de la zona "conocida" produce MIEDO. Pero de esto se trata mi vida, de recorrer el camino en todas sus facetas (buenas y malas) y no ver solo la vida como un beneficio inmediato.
Gracias Chema , y gracias a todos por creer en un mundo diferente.
FIRST STEP
Pero cuando uno mismo dice que lo que ha hecho durante toda su vida no significa nada, que simplemente te pareció una rutina impuesta, que el esfuerzo y las ganas no eran más que el resultado de obtener la gratificación de aquellos, porque así fuiste enseñado. Esto significaría que se está en un paseo y de momento te detienes, y hay que? Como reinicias una marcha sabiendo que todo te parece tan contradictorio?
Muchas gracias por este post, muy muy motivador!
Me gusta especialmente la metáfora deportiva para exportarla a otros ámbitos. Como runner que soy, me identifico al 100%
Gracias por el blog!
Miguel
@mbarreralyx
no dijiste si te gusta bailar!
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