Te huelo el cabello. Lo llevas corto. Huele a bebé. Huele a paz. Huele a sosiego después del éxtasis. Pesas. Pesas mucho para llevarte encima 20 minutos. Pero cada vez que te huelo se recargan mis pilas dos puntos de energía. Los brazos te cuelgan como dos lianas. Los pies se balancean con el vaivén del movimiento de mi cuerpo. Mi paso es lento. He de llegar contigo a cuestas. Mi paso es cansado. De hombre mayor. Tu cabeza reposa en el hueco que forman mi cuello y mi hombro. Te huelo el cabello. Me das vida.
No sé qué será de ti. No sé qué te deparará la vida. Eres un misterio total para mí. Eres fuego. Eres binaria. Te enciendes por la mañana y estás activa a máxima potencia. Consumes la batería y te desplomas en mis brazos. No existe un segundo en tu día que no debas llenar con actividad. No existe un segundo que perder en contemplar. El centro de la acción es el sitio natural para ti. La primera en la fila. La primera en la lista. La mano levantada. El corazón que más palpita. La más grande, a pesar de ser chiquitina.
Te huelo el cabello. Me vuelves a dar vida. No importa tu peso. No importa el dolor por el cansancio en mis brazos. Este momento es mío. Eres mía y solo mía. Y sé que no será por mucho. Sé que el mundo se te va a quedar pequeño. Que no has venido para verlo, que has venido para pisarlo. Para abollarlo saltando sobre él. Para cambiar el trocito que ocupes a tu gusto. No has venido para ver las fotos. Has venido para gritar y reír. Para jugar.
Me necesitas menos de lo que me gustaría. Me ves, me abrazas, me dices que me quieres mucho. Capturas mi esencia en un instante. Y te vas. A jugar. A capturar otra esencia. A gritar a otro lado. A saltar. A disfrutar tu tiempo en la vida. A papaete ya le has visto suficiente y hay mucho por descubrir. No me necesitas tanto. Me haces sentir pequeño. “Yo solita”, me dices.
Te huelo el cabello. Ya hemos llegado. Te tumbo en la cama. Te desnudo para ponerte el pijama. Te despiertas un poco. Te tiro a Pepita y Mapachito sobre la cara para que los abraces. A ver si no te despiertas ahora que te tengo en la cama. Hoy te libras de lavarte los dientes por la noche. Sonríes con los ojos cerrados mientras abrazas a tus muñecos. Te mueves como una lagartija hasta colocarte debajo de las sábanas. Sonríes. Abres un ojo. Me ves. Te sonrió. “A dormir”, te ordeno. “Cuéntame un cuento de tu boca”, me mandas. Puedes conmigo. Como siempre. No pudo la vida contigo. No voy a poder yo esta noche. Eres mi Survivor.
Saludos Malignos!
Figura 1: Mi Survivor |
No sé qué será de ti. No sé qué te deparará la vida. Eres un misterio total para mí. Eres fuego. Eres binaria. Te enciendes por la mañana y estás activa a máxima potencia. Consumes la batería y te desplomas en mis brazos. No existe un segundo en tu día que no debas llenar con actividad. No existe un segundo que perder en contemplar. El centro de la acción es el sitio natural para ti. La primera en la fila. La primera en la lista. La mano levantada. El corazón que más palpita. La más grande, a pesar de ser chiquitina.
Saludos Malignos!
No soy hacker ni mucho menos, pero casi siempre te leo porque me gusta la tecnología. Y nunca había escrito ningún comentario.
ResponderEliminarPor lo que llevo leyendo y viendo en youtube, eres un gran profesional, constante, trabajador y ahora.... poeta.
No sé leer código, pero supongo que lo que programas se parece algo a esto.
Me encanta lo que has escrito.
Un saludo metalero, tan maligno o más.
muy lindo!
ResponderEliminarEstimado colega: muy identificado con el escrito. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarTotalmente identificado...
ResponderEliminarYo también tengo una Survivor... de 6 años, la segunda... la que nunca necesitó nada...la que se adapta a toda circunstancia
la mayor es una Hacker, y como en aquel post que publicaste hace tiempo sobre la tuya, la mia va descubriendo el mundo e intenta cambiarlo