Desde el verano he ido sacando ratitos en viajes, momentos de relax, convalecencias, etcétera, para dejar por escrito las
historias de mi boca que le cuento a
mi hacker & mi survivor. Ya os conté que todo comenzó con la
creación del Dragón Matías, y os he dejado la aventura de
El Gigante de los Juguetes y
El cuento de la Hormiga Valiente. Hoy, aprovechando la ratos de ocio, os he terminado de escribir una historia que he usado mucho.
El cuento de Serpentina y los quesos olorosos
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Figura 1: El cuento de Serpentina y los quesos olorosos |
La pobre
Serpentina no es más que un calcetín viejo que me pongo en la mano y que me ha ayudado muchas veces a meter en agua a
mi hacker &
mi survivor. Sisea y que se come los pies de las niñas sucias cuando hay que lavarse y no quieren ir a la bañera. ¿Por qué? Pues porque Serpentina adora el queso. Espero que os guste la historia como para contársela a vuestros príncipes y princesas.
Saludos Malignos!
El cuento de Serpentina y los quesos olorosos
Era casi la hora de la cena cuando entró el
Rey Papá en la
Habitación de la Diversión y se encontró con la
Princesa Chiquitina y un fuerte olor concentrado. Olía a mil ranas y sapos saltando en un charco de barro. Olía a una familia de gorrinos divirtiéndose en un lodazal. Olía como le huelen las coliflores cocidas a los niños a los que no les gustan las coliflores cocidas. Olía mal. Olía muy mal. Olía a pies cochinos. Olía a pies sucios. Muy sucios.
El
Rey Papá miró al fondo de la
Habitación de la Diversión y encontró lo que sospechaba su nariz. La
Princesa Chiquitina había estado corriendo, saltando, jugando, ensuciándose durante todo el día. Y eso es mucho decir, que la
Princesa Chiquitina corre, salta, juega y se ensucia mucho a lo largo de todo un día.
Ahora estaba allí, atrincherada al fondo, descalza con los pies encima de un cojín en la
Habitación de la Diversión, mientras leía una buena montonera de cuentos que iba cogiendo y dejando tras pasar rápidamente las páginas. Los deditos de los pinreles se movían rítmicamente mientras emitían más aroma de ese que ya inundaba toda la estancia, al tiempo que pasaba hojas y hojas de cuentos. No estaba mal, para un niña que aún no sabía leer.
- “Princesa Chiquitina, es la hora del baño, que esta noche tenemos una fiesta con amigos”, dijo el Rey Papá.
- “¡Nooooooo! ¡Mañana! ¡Hoy no quiero bañarme!”, respondió la Princesa Chiquitina.
- “Hacemos una cosa Princesa Chiquitina, te voy a contar una historia y luego tú decides si tomas el baño hoy o mañana, ¿vale?”, dijo el Rey Papá.
La
Princesa Chiquitina se quedó encantada. Se había salido con la suya. No solo no se tendría que dar el baño ahora, sino que el
Rey Papá le iba a contar un cuento. No podía ser mejor. Sonrió. Se puso en pie de un brinco y se sentó al lado del
Rey Papá. El aroma de sus pies negros atacó la nariz del
Rey Papá con un violente golpe.
- “Un momento Chiquitina, antes de comenzar la historia déjame que me ponga algo en la nariz”, dijo el Rey Papá.
La
Princesa Chiquitina se quedó sorprendida mientras el
Rey Papá se ponía una pinza de tender la ropa en la nariz. Le pareció divertido. El
Rey Papá tenía un aspecto muy cómico. La
Princesa Chiquitina no pudo contener una carcajada. Los mofletes le jugaron una mala pasada y abrieron de par en par su boca para que se vieran las pequeñas perlitas que eran aún sus dientes de leche. El
Rey Papá hizo una mueca para remarcar su aspecto de bufón con la pinza de tender la ropa y comenzó su historia.
- “Esta historia que te voy a contar Princesa Chiquitina es una aventura que le sucedió a tu hermana la Princesa Casandra un día que salió sola por el bosque enfadada por no querer tomarse un baño. Espero que te guste.”, dijo el Rey Papá, y comenzó su relato.
Era un día de verano, y la
Princesa Casandra había estado jugando todo el día en la
Habitación de la Diversión. Tenía aún solo
4 años y aún no tenía ni hermanas, ni primos para jugar, por lo que casi siempre jugaba con el
Dragón Matías. Jugaba a correr, a saltar, a peleas en el suelo con el
Dragón Matías o a las construcciones. Le encantaba jugar todo el día. Eso sí, siempre quería jugar acompañada de alguien.
Poco antes de la hora de la cena, el
Dragón Matías le pidió a la
Princesa Casandra que fuera a darse un baño e hizo lo que suelen hacer los niños cuando se lo están pasando de maravilla jugando. La
Princesa Casandra dijo que no. El
Dragón Matías con dulzura volvió a insistir. La
Princesa Casandra se puso en pie, frunció el ceño y cruzó los brazos para recalcar su postura:
- “No, no y no. No me voy a bañar hoy”, dijo la joven princesa.
El
Dragón Matías, con la paciencia que tienen los dragones sabios insistió una vez más para que la
Princesa Casandra entrara en razón y se diera un baño calentito y agradable. Pero la
Princesa Casandra se mantuvo terca y cabezota. Frunció el ceño otra vez más, como acostumbraba a hacer para dejar claro que estaba molesta con lo que le decían, y se reafirmó en su respuesta. Dijo otra vez que no y esta vez salió corriendo.
Salió corriendo de la
Habitación de la Diversiónn. Bajó corriendo las escaleras. Salió corriendo del
Castillo del Rey Papá. Cruzó corriendo el río por el puente. Y se introdujo corriendo en el bosque. Corrió y corrió hasta que se cansó. Cuando ya no podía más, descansó y tomó resuello. En todo momento muy enfadada porque el
Dragón Matías quería que se diera un baño. Pero además de estar muy enfadada se dio cuenta en ese momento de que estaba en algún lugar lejos. Un lugar que no conocía. Es decir, sabía que estaba enfadada, pero no sabía dónde estaba.
Al cabo de un rato de enfado, la
Princesa Casandra se dio cuenta de que en el bosque había comenzado a anochecer. Y se empezó a asustar. Seguía decidida a no darse ese baño, pero volver al calorcito y refugio del
Castillo del Rey Papá ya le parecía una buena idea. No se iba a bañar porque ella lo había decidido. Y se lo diría al
Dragón Matías todas las veces que fuera necesario. Y con las mismas empezó a desandar su camino a ver si era capaz de regresar sin perderse.
A mitad del mismo comenzó a escuchar un ruido muy curioso. Era como si alguien dijera
“Sí” muchas veces seguidas, muy rápidamente, pero que no acaba de decir
“Sí”. Algo como
“Ssisisissisisisissss”. ¿Qué es ese sonido? ¿De dónde proviene?, pensaba la
Princesa Casandra mientras aminoraba la velocidad de sus pasos.
De repente, en un pequeño claro, una enorme serpiente negra con gafas de sol estaba delante de la
Princesa Casandra. Era gigante. Muy gigante. Gigantísima. Y llevaba gafas de sol a pesar de que era casi de noche. Y movía la nariz como queriendo localizar la fuente de algún aroma en el bosque. La
Princesa Casandra se asustó. Se asustó y dio un pequeño grito. La serpiente escuchó el chillido.
- “Ssssisisisiss, ¿Quién anda por ahí?, dijo la enorme serpiente.
- “…. Soy yo, la Princesa Casandra…”, dijo tímidamente la Princesa Casandra.
- “Ssssisisisiss, ¿La Princesa Casandra? ¿La hija del Rey Papá? ¿La que es amiga del Dragón Matías?”, volvió a decir la enorme serpiente.
- “… Sí, esa misma soy yo. ¿Tú quién eres?”, dijo la Princesa Casandra con mucho miedo.
- “Ssssisisisiss Yo soy Serpentina, y estoy siguiendo el rastro de unos quesos sabrosos que me quiero comer... Ssssisisisiss”, dijo Serpentina.
- “¿Unos quesos? ¿Te gusta comer queso?”, preguntó extrañada la Princesa Casandra.
- “Me encantan. Sobre todo me gustan los quesos que más fuerte huelen. Los quesos de Roquefort son mis favoritos. También me gusta el queso de Camembert y el Parmesano. Mmmmm. Solo pensar en ellos y ya estoy salivando. .. Ssssisisisiss. Además como soy una serpiente mayor y no veo bien me es fácil seguir su rastro con mi nariz”, dijo Serpentina.
- “…Pe… Pe… Pero… aquí no hay ningún queso”, dijo la Princesa Casandra.
- “¿Cómo que no? ¡No mientas a la vieja Serpentina….. Ssssisisisiss!. Puedo olerlos claramente desde aquí. Los llevas ahí. Un Roquefort y un Camembert por lo menos… .. Ssssisisisiss. Y me los voy a comer”, dijo Serpertina.
La
Princesa Casandra estaba confundida. La enorme
Serpentina se acercaba a ella con la nariz apuntando a sus pies, pero ella no tenía ningún queso. Aún así,
Serpertina salivaba y abría la boca mientras decía ..
Ssssisisisiss… tenía en mente comerse algún queso y estaba decidida a comerse los pies de la niña, que tenían el olor que buscaba la gran
Serpentina.
En un momento la
Princesa Casandra se asustó de verdad,
Serpentina abrió su enorme boca y estaba dispuesta a comerse los pies de la joven niña. Pero en ese instante, el enorme
Dragón Matías llegó volando, cogió a la
Princesa Casandra por las axilas usando sus enormes garras para elevarla justo antes de que
Serpentina acertase a comerle los pies a la niña. La
Princesa Casandra estaba realmente asustada. El
Dragón Matías descendió unos metros atrás y dejó a la
Princesa Casandra sobre un claro del bosque.
- “¡Dragón Matías! Gracias por ayudarme, Serpentina me quería comer los pies, es una serpiente come-niñas”, dijo la Princesa Casandra.
- “No, Princesa Casandra. Serpentina no es una serpiente come-niñas. Es una serpiente buena, muy mayor y que no ve bien. La pobre solo come quesos, pero como tienes los pies tan sucios, los ha confundido con lo que más le gusta. Un buen Roquefort y un buen Camembert, por eso ha querido comerse tus pies”, contestó el Dragón Matías.
- “Entonces… ¿no es mala?”, preguntó la niña.
- “No, cariño, basta con que no la confundas y lleves los pies limpios”, digo el enorme Dragón Matías.
Aprovechando que el río estaba cerca, la
Princesa Casandra se acercó a la orilla para meter sus pies en agua. Estaba muy fría pero el
Dragón Matías, echando un poco de fuego de su interior, se la puso templadita. La
Princesa Casandra se dio con agua en los piececitos, los frotó con hierbas olorosas y los secó al calor del aliento del
Dragón Matías. Después de eso, los pies de la
Princesa Casandra olían de maravilla. Olían a bosque. Olían a flores. Olían a agua clara.
Una vez el olor a queso había desaparecido de los pies de la joven
Princesa Cassandra, el
Dragón Matías y ella regresaron por el camino para volver a encontrarse con
Serpentina, que seguía diciendo:
- “.. Ssssisisisiss… ¿dónde estarán ese rico Camembert y Roquefort que había por aquí. ¿Se los habrá comido ya la niña?”, al tiempo que movía la nariz en círculos.
- “Hola Serpertina, los quesos que buscas ya están en el Castillo del Rey Papá. Han sido llevados para la cena de esta noche, y si gustas, estás invitada a disfrutar de un banquete con la mejor selección de Roquefort y Camembert del Castillo, ¿verdad Princesa Casandra?”, digo el Dragón Matías.
- “Dragón Matías, Princesa Casandra, ¿invitaréis a esta vieja serpiente a un banquete de quesos al Castillo del Rey Papá?”, dijo la vieja serpiente.
- “Claro que sí”, dijo la Princesa Casandra aliviada de no ser ya objetivo de la boca de la gigante serpiente.
- “Pues acepto encantada, que esta vieja serpiente se muere de hambre”, dijo Serpentina.
Y así
fue como esa noche la
Princesa Casandra aprendió que era mejor estar limpia y tener los pies bien-olientes para no confundir a la vieja
Serpentina con el aroma de sus pies sucios. Cenaron todos contentos y felices. Desde entonces, la
Princesa Casandra dejó de quejarse por las noches a la hora del baño.
- “¿Te ha gustado el cuento, Princesa Chiquitina?”, dijo el Rey Papá.
- “Mucho, quiero otro”, dijo la joven niña.
- “Pues no puede ser, cariño, porque hoy tenemos una cena muy especial con invitados y vamos a hacer una fiesta, como te dije al principio”, contestó el Rey Papá.
- “¿Una fiesta? ¿Y quienes son los invitados?”, preguntó feliz la Princesa Chiquitina.
- “Pues viene el Dragón Matías, la Princesa Casandra, el Gigante de los Juguetes y una invitada especial: Serpentina, que tiene muchas ganas de comer más de los quesos del Castillo del Rey Papá”, respondió.
La
Princesa Chiquitina se lo quedó mirando fijamente. La pinza de tender en la nariz del
Rey Papá ya no le resultaba tan cómica. Al contrario, le recordaba que sus pies tenían un olor que podría llevar a confusión a la gigante serpiente.
- “¿Serpentina está aquí?”, dijo la joven niña.
- “Sí, ¿no la oyes venir? Escucha con atención...”, dijo el Rey Papá.
A lo lejos, la
Princesa Chiquitina pudo escuchar como si alguien dijera “
Sí” muchas veces seguidas, muy rápidamente, pero que no acaba de decir “
Sí”. Algo como “
Ssisisissisisisissss”. En ese precios instante, la
Princesa Chiquitina saltó del regazo del cojín donde estaba y salió corriendo de la
Habitación de la Diversión rumbo a su habitación.
- “Me voy al baño Rey Papá, ahora nos vemos en la cena, pero que no venga todavía Serpentina por aquí, por favor, por favor, por favor, por favor....”, dijo la Princesa Chiquitina.
El
Rey Papá se quitó la pinza de la nariz, y sonrió. Iban a tener una cena muy divertida con tantos amigos.
Fin.