Llueve
Y también nieva. A veces van juntas la lluvia y la nieve. Se alternan. Se reparten el espacio y el tiempo. Juegan con la física para afectar a la metafísica de nuestra esencia. Llueve. No sé si me gusta o no cuando llueve. Suenan los canalones. La vista desde la ventana se difumina. El paisaje se pierde entre las líneas que dibuja el agua. O el paisaje se convierte en esas líneas. No lo sé. Sé que llueve. Tal vez no entiendas por qué yo hablo de la lluvia. A lo mejor no tiene explicación. A lo mejor sí que la tiene. A lo mejor es que simplemente llueve.
Miro mis manos y las veo teclear. Están pintando lo que veo con mis ojos. Ellas también lo ven. Llueve. Han visto llover muchas veces. No soy novato en el mundo. Ya no soy un jovencito. Ya he visto llover antes. Como hoy. Ésta me la sé. Llueve. De hecho, la última vez que llovió, sabía que volvería a llover. Como muchas otras cosas que no son lluvia. Aún me acuerdo de la frase de esa película que lo explicaba de maravilla: “Matar es como cortarse las uñas de los pies”. Igual que la lluvia. Igual que cuando llueve.
Cierro los ojos y lo noto. Se zarandea el tren. Como el tren que me llevó a Barcelona tantas veces. Como el que me llevó a Salamanca. Como el que me llevó a Asturias. Como el que me llevó a Valladolid. A Ávila a pasear por la muralla. ¿Estabas allí? A Tudela. Como el que me llevó a Valencia. A Huesca y a Segovia. Se zarandea mucho este tren. Como el que me llevó a Sevilla. Como el que me lleva a Málaga cuando voy a Málaga. Allí. Como el de Albacete cuando fui a esa CON. Como el de Lleida. En la Universidad. Sí, como ese que me llevó allí a dar una charla.
¿Estuviste tú allí? Sí. Conmigo. Tiempo atrás. Ya ha llovido desde entonces. Se zarandea el tren. Mucho. Como se zarandeaba el que me llevaba a Ciudad Real. Como el que iba a Burgos donde cenamos, ¿no? ¿O fuimos en coche? Este tren de hoy se mueve como el tren que me llevó a León. Como el que me llevó contigo. Como el que me llevaba contigo. Como el que tren que me alejo de ti. Como el que te llevará a Galicia. Hoy, se zarandea el tren. Llevándome a Murcia. Se zarandea mientras llueve. Como el tren que me traerá de vuelta a ti. Al volver de la conferencia.
Cuesta ordenar los pensamientos. Sobre todo después del retraso. El de la salida del tren. El que salía de Atocha. Donde comimos tantas veces. Donde tomé café contigo. Donde me despedí de ti. Donde te abracé. Donde me fui contigo. A estas horas ya estoy cansado. Mucho. Cuesta ordenar los pensamientos. Ha sido un día largo. Un lunes largo. Detrás de una semana larga. Como casi todas. Como esas semanas en las que cuando llega el viernes digo: “¡Qué semana más intensa!”. Sí, lo sé. Lo digo al acabar todas las semanas. Como esos domingos que me matan y me revuelven. Estoy cansado. No es la edad. No son los años. No son las veces que he estado cansado. Es solo que he estado cansado muchas veces. Muchas de ellas como hoy. Viajando en un tren que se zarandea mientras llueve.
Bostezo. Tengo sueño. Es de noche. Cierro los ojos. Escucho la canción más fuerte. Me impide dormir. Me ayuda a seguir tecleando este texto. Estoy cansado, pero la música me mantiene despierto. Mientras el tren se zarandea. Mientras llueve. La pongo muy fuerte. Canta Chester. Canta para mí. Más vivo que nunca. Para no darme cuenta del sueño. Para no darme cuenta de la lluvia. Para calmar mi zarandeo. Para escribir más rápido. Para que lata más rápido. Para no pensar más en que estoy cansado viajando en un tren que se zarandea mientras llueve. Como antaño. Como llovió antes.
Es curioso como unas letras pueden describir un mensaje con la misma precisión con que lo pueden esconder. Las de Chester, quiero decir. No me iba a descubrir tan fácilmente. Es curioso cómo una palabra puede significar lo mismo y lo contrario. A la vez incluso. Como un verbo puede ser un sustantivo. Y un sustantivo un deseo. Y un adjetivo, un hecho que oculta una metáfora. Un grito. Llueve. Y pienso que llueve mientras llueve.
[Fundido en negro bajo la lluvia]
Saludos Malignos!
Figura 1: Llueve |
Miro mis manos y las veo teclear. Están pintando lo que veo con mis ojos. Ellas también lo ven. Llueve. Han visto llover muchas veces. No soy novato en el mundo. Ya no soy un jovencito. Ya he visto llover antes. Como hoy. Ésta me la sé. Llueve. De hecho, la última vez que llovió, sabía que volvería a llover. Como muchas otras cosas que no son lluvia. Aún me acuerdo de la frase de esa película que lo explicaba de maravilla: “Matar es como cortarse las uñas de los pies”. Igual que la lluvia. Igual que cuando llueve.
Cierro los ojos y lo noto. Se zarandea el tren. Como el tren que me llevó a Barcelona tantas veces. Como el que me llevó a Salamanca. Como el que me llevó a Asturias. Como el que me llevó a Valladolid. A Ávila a pasear por la muralla. ¿Estabas allí? A Tudela. Como el que me llevó a Valencia. A Huesca y a Segovia. Se zarandea mucho este tren. Como el que me llevó a Sevilla. Como el que me lleva a Málaga cuando voy a Málaga. Allí. Como el de Albacete cuando fui a esa CON. Como el de Lleida. En la Universidad. Sí, como ese que me llevó allí a dar una charla.
¿Estuviste tú allí? Sí. Conmigo. Tiempo atrás. Ya ha llovido desde entonces. Se zarandea el tren. Mucho. Como se zarandeaba el que me llevaba a Ciudad Real. Como el que iba a Burgos donde cenamos, ¿no? ¿O fuimos en coche? Este tren de hoy se mueve como el tren que me llevó a León. Como el que me llevó contigo. Como el que me llevaba contigo. Como el que tren que me alejo de ti. Como el que te llevará a Galicia. Hoy, se zarandea el tren. Llevándome a Murcia. Se zarandea mientras llueve. Como el tren que me traerá de vuelta a ti. Al volver de la conferencia.
Cuesta ordenar los pensamientos. Sobre todo después del retraso. El de la salida del tren. El que salía de Atocha. Donde comimos tantas veces. Donde tomé café contigo. Donde me despedí de ti. Donde te abracé. Donde me fui contigo. A estas horas ya estoy cansado. Mucho. Cuesta ordenar los pensamientos. Ha sido un día largo. Un lunes largo. Detrás de una semana larga. Como casi todas. Como esas semanas en las que cuando llega el viernes digo: “¡Qué semana más intensa!”. Sí, lo sé. Lo digo al acabar todas las semanas. Como esos domingos que me matan y me revuelven. Estoy cansado. No es la edad. No son los años. No son las veces que he estado cansado. Es solo que he estado cansado muchas veces. Muchas de ellas como hoy. Viajando en un tren que se zarandea mientras llueve.
Bostezo. Tengo sueño. Es de noche. Cierro los ojos. Escucho la canción más fuerte. Me impide dormir. Me ayuda a seguir tecleando este texto. Estoy cansado, pero la música me mantiene despierto. Mientras el tren se zarandea. Mientras llueve. La pongo muy fuerte. Canta Chester. Canta para mí. Más vivo que nunca. Para no darme cuenta del sueño. Para no darme cuenta de la lluvia. Para calmar mi zarandeo. Para escribir más rápido. Para que lata más rápido. Para no pensar más en que estoy cansado viajando en un tren que se zarandea mientras llueve. Como antaño. Como llovió antes.
Es curioso como unas letras pueden describir un mensaje con la misma precisión con que lo pueden esconder. Las de Chester, quiero decir. No me iba a descubrir tan fácilmente. Es curioso cómo una palabra puede significar lo mismo y lo contrario. A la vez incluso. Como un verbo puede ser un sustantivo. Y un sustantivo un deseo. Y un adjetivo, un hecho que oculta una metáfora. Un grito. Llueve. Y pienso que llueve mientras llueve.
[Fundido en negro bajo la lluvia]
Saludos Malignos!
5 comentarios:
¡Que chulada!, gracias por compartir estas palabras. Saludos.
Tu pasión por la tecnología es inspiradora!!!
Espero un día tener el placer de conocerte y charlar sobre seguridad móvil.
https://www.devs.com.ar/llueve-en/
;)
Genial! Me gusta cuando escribes este tipo de post.
Hermosas letras, hermosa la lluvia, descansa y trae el arcoiris
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