Ayer no publiqué ningún artículo en
El lado del mal. Años atrás hubiera sido algo extraño, pero desde hace tres hacia acá intento tomarme ciertos días de descanso, o no preocuparme cuando el tiempo no me permite hacerlo en la forma que yo quiero. Tiempo atrás no me permitía esas licencias y cada día estaba al pie del cañón para que no faltase el post en el día.
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Figura 1: Una reflexión final sobre este año 2018 |
Esa disciplina me permitió muchas cosas en mi vida. Me permitió desarrollar la capacidad de sacar las cosas en tiempo y forma. Me permitió estar al día con todo lo que estaba sucediendo. Me obligó a seguir avanzando en cosas nuevas. A seguir aprendiendo. También me enseñó a redactar. A transmitir cosas con los dedos en lugar de con los sonidos. Me ayudó mucho también porque fue mi salón de terapia particular donde proyectarme frente a un espejo. Para comunicarme y llegar a los oídos, ojos, mente y corazón de muchas personas.
Este blog ha sido parte fundamental de mí. Explicar mi vida sin él sería complicado. Sería imposible. Sería una visión sesgada. Una sombra en la pared de una caverna vista con los ojos guiñados. Incompleta. No se podrían explicar muchas cosas de mi carrera profesional y mi vida personal sin pasar por aquí. Por este blog.
Y sin embargo ayer no publiqué nada.
La respuesta no es sencilla de explicar. Es cierto que ayer fue un día movido e intenso. Un día en el que tuve que hacer muchas cosas. Era el último día de cole de
Mi Hacker y
Mi Survivor, pero también era el día de celebración de la
"Copa Navideña" en
Telefónica. Además tuve reuniones de trabajo desde por la mañana e incluso, recogí unos cómics de superhéroes que me compré por
Wallapop. Y escuché música, y me tomé unas cervezas, y una copa después de comer con mis amigos que celebraban su reunión de equipo navideño. Y... mil cosas. Personales y Profesionales.
Pero antes, me senté por la mañana a postear. A publicar un artículo en mi blog. A las 6:15 de la mañana. Después de haber desayunado. En la soledad del día aún sin romper. Con mi pantalla blanca sobre mis piernas. Como muchas veces me han sacado en fotografías. Como muchas veces me han visto. Sentado escribiendo en mi blog. Un artículo largo. Muy largo. Muy largo..
Pero no lo terminé. Y no lo publiqué. Y no lo voy a publicar.
Al final se quedará en borradores. Como muchos otros que se han quedado ahí. Porque no me han convencido. Porque no los he terminado. Porque he decidido que mejor ese artículo se quede para mí solo. Egoístamente escondidos. O porque no eran dignos para este blog que tanto me ha dado a lo largo de su existencia y la mía.
Lo cierto es que en el contenido del post de ayer no había mucho misterio. Es un post, un artículo, que muchos conocéis. Era el resumen de lo que ha supuesto para mí, el año que ya se nos acaba, este 2018. Y era muy, muy, muy, muy, muy largo.
Tratar de recoger todas las experiencias personales y profesionales que he vivido durante los doce meses de este 2018 en un solo artículo fue como intentar abordar una odisea imposible de acometer. Fue una quimera pensar que iba a ser capaz de hacerlo. Fue un espejismo en mitad de la noche. No lo conseguí. No fui capaz de acabar tamaña obra. Se me quedó en el tintero.
Profesionalmente ha sido un año enriquecedor por todas partes. Son muchas, muchas, muchas, muchas las cosas que hemos hecho. Yo personalmente y con mis compañeros. Os las enumeraría, pero eso fue el principio del fin del artículo que no salió ayer. Me sentí sobrepasado al intentar plasmar en un solo texto todo lo que ha sucedido desde Enero de este año hasta hoy. Desde que estaba aún convaleciente por una intervención preparando el Mobile World Congress hasta este mes de Diciembre después de haber estado en la presentación del Movistar Team 2019. Mucha tecnología. Muchos proyectos. Muchas entrevistas. Muchas conferencias y charlas por todo el mundo.
A título personal. El año ha dado para mucho. Mucho y variado. Viajes, conciertos, comidas, encuentros, perdidas, emociones altas y bajas. Risas. Viajes. Sus nervios y sus penas. Sus alegrías y sus locuras. Muchas reuniones con los amigos de los "50 Chulotenes" y risas con "Los niños perdidos". Abrazos, besos y aventuras al más puro estilo "Almodovar".
No sabría cómo catalogar todo.
Desde disfrutar al conocer a
Rosendo Mercado, pasando por montar en helicóptero por primera vez en mi vida, conocer las cataratas de
Iguazú, viajar un año más a
Silicon Valley, ver a
U2 en el
O2 Arena, los
Iron Maiden en el
Wanda Metropolitano o a los
Gun´s and Roses en el
Download Festival. O ver a
La M.O.D.A., a
Los Despistados o montar en motos de agua en la
Presa Hoover con
Kevin Mitnick y mis amigos. Infinitos momentos que voy atesorando en
mi Instagram. Bueno, no todos. Y no, lógicamente no es
4DS.
Correr hasta romperme la rodilla por el esfuerzo, montar en bici para descubrir que los quadriceps se duermen sin no pedaleas, saborear botellas de Juan Gil, Bruto y Clío (sí, yo soy de Jumilla), compartir una Cerveza Goose IPA con amigos cerveceros, o una cerveza de Er Boquerón con frutos secos de esas que me saben tan ricas, ir a recoger unas pocas bellotas con Mi Hacker, visitar a los jugadores del Atleti con Mi Survivor después de haber grabado el viral de Movistar Home con la Supercopa de Europa y verla regañando a Diego Costa por asustarla durante el partido, comer en la cantina de los compañeros de Novum viendo Madrid, dar bidones a los ciclistas en La Vuelta, apuntarme a acciones de voluntariado para replantar árboles con Mi Hacker.
Jugar al futbolín. Charlar. Charlar. Escribir. Leer. Abrazar a los amigos. Hacer reír a mis niñas con Rompe Ralph y hacerlas llorar con el homenaje a Michael Jackson. Compartir las canciones de Queen y de Imagine Dragons con ellas. Escuchar a NickelBack, ir de concierto con Mi Hacker a ver a los GooGooDolls o emocionarme con Sharp Edges o Crawling. Vestirme de ciclista. Llorar de risa con The Tick, con Berto y su serie. Con Arde.
No sabría recoger en un solo post tantas cosas. Tantos cafés ricos. Tantas ensaladas corriendo de reunión en reunión. Tantos viajes con mi malignomóvil azul
M-40 arriba,
M-40 abajo.
Tantas noches regresando cansado machacando Spotify. Una comida del chino con
Just-Eat para organizar un proyecto o hacer
catch-up. Un viaje a
Vivo Brasil. Otro a los campus de
Microsoft y
Amazon en
Redmon.
Dar el pregón de mi pueblo. Estar con niñas que quieren ser hacker en el
Girls Inspire Tech. Conocer al gran
José Luis Garci. Compartir eventos con
Rafa Nadal. Cenar en
Valencia con
Salvador Larroca. Abrazar a mi
Rosendo Mercado en
Granada. Charlar con
Satya unos minutos. Estrujar a
Alejandro Valverde el día que llegó con la medalla al
Distrito Telefónica y querer matarle el día de la presentación oficial del equipo
Movistar Team 2019 porque me agarra del michelín por detrás cuando nos estamos haciendo la foto juntos. Ir de cata de cerveza con amigos y a compartir una cachopada. Comer gambas hasta que nos echen del bar. La final de
Champions con amigos. Subirme al escenario una vez más. Que me regalen una entrada para la
Opera y descubrir que no es lo mío.
Charlar sobre universidades en USA, música y tecnología con adolescentes... y ver que estás un poco out del mundo aunque no lo quieras. Y hacerme un poco más mayor. Más canoso. Más sabio. Más tranquilo. Y de todo ello, me quedo con lo bueno. Lo malo se va con el año. Aun en las cosas malas hay cosas buenas. Y en las buenas siempre hay también algo que no lo es. Aceptar ese Yin Yang de la vida hace que el amargor que te deja una cerveza IPA al final sea más dulce. Como el buen vino.
Además, muchas cosas que se van, no lo son para siempre. No me gusta pensar que la vida no nos va a dar una segunda o tercera o cuarta oportunidad para lo que no ha salido bien en el año. Lo que no ha salido bien en la vida. ¿Quién dijo imposible? Ayer no salió el post. Hoy sale. De otra forma. Con el mismo espíritu. Con distinto enfoque. Con el mismo trasfondo. Para dejarme un punto de amargura y otro de alegría repasando en mi interior los buenos y los malos momentos. Para que cierre los ojos unos instantes y recuerde si la bolita es amarilla o azul en cada uno de los recuerdos. O si ha cambiado. O si se ha mezclado. Pero solo eso. Azul o amarilla. Nada de rojo. Nada de verde. Eso es para otros. No para mí. Que venga 2019, estoy listo.
Saludos Malignos!