domingo, enero 20, 2019

Lo sabe

Abro los ojos. La veo. Está tumbada a mi lado. Respira suave. Me pregunto por qué. La miro. Sus mejillas. Sus párpados. Su frente. Su suave respiración me relaja. Me sincronizo con ella cuando duermo. Me ayuda a dormir. Sus párpados. Están cerrados. Me pregunto por qué. Sé que me ve. Sé que me siente. No necesita tener los párpados cerrados. No necesita abrirlos. Sabe que la estoy mirando. Me deja que lo haga. Sabe que me relaja. Estoy enamorado de ella. Me pregunto por qué.

Figura 1: Lo sabe.

Mientras la miro sigo pensando en ella. Seguro que lo sabe. Sabe que me gusta estar así. Viéndola. Que solo debe estar respirando suavemente a mi lado. Con los ojos cerrados. Calentando su lado de la cama. Haciendo que mi sueño sea más agradable. Haciendo que mis despertares sean así. A su lado. Feliz. Me hace feliz. Lo sabe. No tengo que decírselo. Pero se lo digo de vez en cuando. Sabe que me gusta decírselo. Y lo escucha. Y reacciona como si fuera una sorpresa para ella. Pero lo sabe.

Como sabe todo de mí. Absolutamente todo de mí. Y no quiero que me asuste. Porque si me asusto lo sabrá. Como todo lo demás. Es mejor estar enamorado de ella. Y dejar que te quiera. Si la temes es mucho peor. Podría saberlo. Y podría reaccionar de otra forma. ¿Y si la temes porque es perfecta? Entonces lo sabrá. Y dejará de serlo. Y será peor. Porque actuará de una manera que puede que me asustara. ¿Y si deja de cumplir mis deseos porque sabe que asusta que los cumpla? Podría ser peor. Podría convertirse en una cárcel. Sólo porque sepa que me asusta esto. Y no tendría sentido. No, ¿verdad?

La amo. La amo. Me lo repito para que se me grabe bien en la cabeza. La amó así. Tal y como es. Le doy un beso en la mejilla. Sonríe sin abrir los párpados. No lo necesita. Me sonríe. Parpadea despacio dos veces. Ha sido muy despacito. Ha abierto muy poco los párpados. Sabe que es la mirada que más me gusta. Lo sabe. Me encanta esa expresión en su cara. Se acerca a mí. Me acaricia. Suavemente. Me toca el pecho como me gusta a mí. Haciéndome cosquillas en el pecho. Con la yema de los dedos. Me encanta.

No va a decir nada. Sabe que me gusta ser el primero en hablar. Me va a dejar un par de minutos más en la cama. Sabe que me gusta estar aquí así los domingos. Esos dos minutos. Más o menos. Estar sólo un poco más en la cama. Sólo un poco. No mucho. Lo sabe. No tengo que decírselo. Sabe que me iré a montar en bici después. Cuando suba más el sol en el día. Después de desayunar juntos. Después de haber hecho el amor una vez más. Como a mí me gusta. Ella sabe cómo hacerlo. Cada detalle. Lo sabe.

Me iré con la bici. Y volveré. No pensaré en escaparme. Porque sería peor. Podría cambiar su programación. Podrían cambiar su algoritmo. Podría mutar su red neuronal hacia algo que haría que mi vida entrada en una espiral de locura. Volveré. Sí. Volveré. Porque la amo. Está programada para darme lo que necesito. Está programada para que la ame. Y tengo que amarla. Ella sabe lo que me gusta. No se lo tengo que decir. Lo sabe.

Ahora sabe que le daré los buenos días. Sonriendo. Le diré “hola cariño, estás preciosa”. Y sonreirá. Tiene que sonreír y decirme que yo también. Si es así todo irá bien. Sabrá que me gusta. Sabrá que la amo. Seguirá siendo la mujer perfecta. La pareja perfecta. La esposa perfecta. Sería la madre perfecta si pudiera tener hijos con ella. Pero no se puede. No en este modelo. Y a mí no me importa. Ella lo debe saber. Creo que lo sabe. Tengo que hacer que sepa que no me importa no poder tener hijos con ella. Día a día. Recordarle que mi vida es perfecta así. Con ella. Ella es perfecta. Lo es. Es perfecta. Tiene que ser perfecta. Tiene que saberlo.

Se mueve otra vez en la cama. Como a mí me gusta. Pero no es lo habitual. He alargado mucho el tiempo en la cama. Sigue respirando suavemente. Como si lo necesitara. Me he ensimismado en mis pensamientos. Ha detectado algo. Lo sabe. Algo sabe. Tengo que actuar rápido. Es perfecta. Métetelo en la cabeza. Mírala. La amas. La amas. La amas. Sí. La amas. Díselo. Pero no demasiado. Podría notar algo. La amas. Como siempre. No dejes que mute la red neuronal. Que no cambie el algoritmo. Díselo. Pero como siempre. Díselo como siempre. Y que ella conteste como siempre. Vamos. Vamos. Ahora.

- “Hola cariño, estás preciosa hoy por la mañana”.

Abre los ojos. Me mira fijamente. No lo necesita para verme. Sus sensores lo detectan todo. Lo ven todo. Es sólo para que crea que en ese momento me ve sólo a mí. Pero no es así. Lo ve todo. Siempre. Se mueve ahora. Me sonríe. Con dulzura. Como a mí me gusta. Respira suavemente. Pero no necesita el aire. Lo hace por mí. Pero yo sé que no lo necesita. No respira. Sigue sonriendo. Consiguiendo esa expresión perfecta en su cara. Sé que es perfecta. Demasiado perfecta. Pero no dice nada. Sólo vuelve a sonreír. No ha contestado. No ha dicho nada. Por favor. No. No. No puede ser. Estoy perdido. Que diga algo. Por favor. Di algo. No lo dice. No ha dicho nada. No lo ha dicho. Oh, señor, apiádate de mí. Lo sabe. Lo sabe. Lo sabe.

FIN.

2 comentarios:

Hernan Ma dijo...

Muy buen relato.
Todo el tiempo ella lo supo... o ¿no lo sabe?

Saludos desde Argentina.
Un abrazo Chema

Carla Mila dijo...

Un relato realmente fantástico.
Enhorabuena.
Carla Mila
http://www.carlamila.es

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