Me tocas con tu pie. En las costillas. Ahí donde me duele. Me retuerzo. Despacio. Entre vivo y rendido. Te aparto con el brazo. Como hacen los elefantes con la trompa a las crías. Dormir es dormir. Pero para ti es vivir más. Para mí es otra cosa. Es el momento cuando sale la carta de ajuste. Algo que ni entenderías. Es lo que hay al final de la energía. Al final del día. Es el momento en que me apago. Cuando me desconecto. Cuando solo queda lo suficiente en las pilas para suspender el sistema en un cierre semi-ordenado.
Tú te arrullas. No estás apagada. Estás funcionando. Te queda mucha energía. Pero en otro plano. Te has desconectado del mundo físico. Para recargar energía. Esa energía que recargas como si tuvieras baterías de Uranio enriquecido. Te he traído a la cama. Te has hecho un ovillo. A mi lado. Con los ojos cerrados. Con las piernas y los brazos colgando. Te he metido en mi regazo. Y has empezado a caminar. Y a correr. Has comenzado a bailar. Con tu vestido nuevo. Con el de Elsa. Que hoy es el día de la coronación. Como ayer. Como mañana. Y vas a bailar. Y a tocar la guitarra. Y la batería. Y a cantar las canciones. Y correr por el palacio entre las mesas rompiéndolo todo.
Te aprietas junto a mí. Para que te dé calor. Porque soy grande. Muy grande. Porque desprendo ese calor que necesitas para no tener que taparte mucho. Así vas más ligera. Así saltas más alto. Así corres más rápido. Así llegas más lejos. A un mundo con más colores. Donde las flores huelen a gominolas. Donde las nubes están hechas de aire de suspiros. De anhelos por jugar. Donde la lluvia son gotas de lágrimas de alegría de tanta risa tintineante.
Me desvelo. Me has desvelado. Con tu pie en mis costillas. No quería. Ahora tus ruiditos me mantienen enganchado a tus tramas. Vaya. Otra noche en la que no voy a descansar como planifiqué. Refunfuño. Te refunfuño. Pero no te importa. Ni me escuchas. Soy como una película que se proyecta en la sala del cine que se usa para las que ya no son estreno. Tú estás en la sala grande. En la digital. En la 4DX. En mi sala tus sueños se filtran en esta noche oscura. Te quiero matar. Me has despertado. Y tú estás comiendo risas. De esas que luego tengo que sacarte de la tripa. Están todas ahí, guardadas. Y salen por tu garganta cuando rebusco por tu piel con mis dedos.
Intento volver a dormir. Me echo el brazo por encima de la cabeza. Para taparme los ojos más. Para taparme los oídos más. Pero no puedo. Estoy envidioso. Desando estar en tu mundo. Suspirando por si me invitas a tu aventura. Pero tú estás ya muy lejos. En un mundo al que yo no voy a llegar. Estás allí, y aquí, y más allá. En un sitio con mucha música. Seguro. Porque te vas a levantar cantando. Como siempre. Y te miro. Solo unos segundos. Que tengo que dormir. Dormir es dormir. Ya lo he dicho muchas veces. Pero tú me convences para meterte en mi cama. Y la lío.
Me fuerzo en abortar el encendido de mi cerebro. Como se active no hay quien lo detenga. Y se activa rápidamente por las mañanas. La imagen es como tener a Han Solo en mi cabeza subiendo todas las palancas para salir disparados a la velocidad de luz. Aprieto los ojos. Intento apartar cualquier pensamiento. Todos fuera. Desconexión. Desconexión. Estoy relajado. Intento bajar un nivel en el sueño. Solo uno más. Pero de repente… me tocas con tu piececito en mis costillas. Otra vez.
Y vuelvo a salir del nivel de sueño. Ya está. Se acabó por esta noche. Cada vez que utilizas tu sensor de presencia me despiertas. Me pasas el pie para saber que yo estoy ahí. Te tengo controlada. Lo haces para saber que no me he ido a trabajar sin ti. Que no estoy con mi ordenador. Que sigo velando tu sueño. Y a ti te relaja. Tocar con tu pie mis costillas es la seguridad que necesitas para saber que puedes seguir soñando. Que puedes seguir viviendo en tu mundo. Porque al final, tú no dejas de vivir ni por el sueño. Viniste a este mundo a abollarlo, y lo harás aunque sea un sueño. Porque al final, la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Saludos Malignos!
Contactar con Chema Alonso
Figura 1: La vida es sueño |
Tú te arrullas. No estás apagada. Estás funcionando. Te queda mucha energía. Pero en otro plano. Te has desconectado del mundo físico. Para recargar energía. Esa energía que recargas como si tuvieras baterías de Uranio enriquecido. Te he traído a la cama. Te has hecho un ovillo. A mi lado. Con los ojos cerrados. Con las piernas y los brazos colgando. Te he metido en mi regazo. Y has empezado a caminar. Y a correr. Has comenzado a bailar. Con tu vestido nuevo. Con el de Elsa. Que hoy es el día de la coronación. Como ayer. Como mañana. Y vas a bailar. Y a tocar la guitarra. Y la batería. Y a cantar las canciones. Y correr por el palacio entre las mesas rompiéndolo todo.
Te aprietas junto a mí. Para que te dé calor. Porque soy grande. Muy grande. Porque desprendo ese calor que necesitas para no tener que taparte mucho. Así vas más ligera. Así saltas más alto. Así corres más rápido. Así llegas más lejos. A un mundo con más colores. Donde las flores huelen a gominolas. Donde las nubes están hechas de aire de suspiros. De anhelos por jugar. Donde la lluvia son gotas de lágrimas de alegría de tanta risa tintineante.
Me desvelo. Me has desvelado. Con tu pie en mis costillas. No quería. Ahora tus ruiditos me mantienen enganchado a tus tramas. Vaya. Otra noche en la que no voy a descansar como planifiqué. Refunfuño. Te refunfuño. Pero no te importa. Ni me escuchas. Soy como una película que se proyecta en la sala del cine que se usa para las que ya no son estreno. Tú estás en la sala grande. En la digital. En la 4DX. En mi sala tus sueños se filtran en esta noche oscura. Te quiero matar. Me has despertado. Y tú estás comiendo risas. De esas que luego tengo que sacarte de la tripa. Están todas ahí, guardadas. Y salen por tu garganta cuando rebusco por tu piel con mis dedos.
Intento volver a dormir. Me echo el brazo por encima de la cabeza. Para taparme los ojos más. Para taparme los oídos más. Pero no puedo. Estoy envidioso. Desando estar en tu mundo. Suspirando por si me invitas a tu aventura. Pero tú estás ya muy lejos. En un mundo al que yo no voy a llegar. Estás allí, y aquí, y más allá. En un sitio con mucha música. Seguro. Porque te vas a levantar cantando. Como siempre. Y te miro. Solo unos segundos. Que tengo que dormir. Dormir es dormir. Ya lo he dicho muchas veces. Pero tú me convences para meterte en mi cama. Y la lío.
Me fuerzo en abortar el encendido de mi cerebro. Como se active no hay quien lo detenga. Y se activa rápidamente por las mañanas. La imagen es como tener a Han Solo en mi cabeza subiendo todas las palancas para salir disparados a la velocidad de luz. Aprieto los ojos. Intento apartar cualquier pensamiento. Todos fuera. Desconexión. Desconexión. Estoy relajado. Intento bajar un nivel en el sueño. Solo uno más. Pero de repente… me tocas con tu piececito en mis costillas. Otra vez.
Y vuelvo a salir del nivel de sueño. Ya está. Se acabó por esta noche. Cada vez que utilizas tu sensor de presencia me despiertas. Me pasas el pie para saber que yo estoy ahí. Te tengo controlada. Lo haces para saber que no me he ido a trabajar sin ti. Que no estoy con mi ordenador. Que sigo velando tu sueño. Y a ti te relaja. Tocar con tu pie mis costillas es la seguridad que necesitas para saber que puedes seguir soñando. Que puedes seguir viviendo en tu mundo. Porque al final, tú no dejas de vivir ni por el sueño. Viniste a este mundo a abollarlo, y lo harás aunque sea un sueño. Porque al final, la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Saludos Malignos!
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Buen domingo, Chema. La siesta es un buen invento, para estos casos. O:)
ResponderEliminarMe encanta 😍
ResponderEliminar💘
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