Me ha sonado el despertador a las seis de la mañana. Es una novedad. Normalmente suelo abrir el ojo antes de que cante el iPhone en la mesilla de noche. Puede incluso que a veces me despierte a horas en las que aún no se sabe si es ayer o es hoy. He descansado. Lo necesitaba. Es lunes y la semana pinta corta pero intensa. Reviso las actualizaciones. Los mensajes. Tomo café. Y me pongo música. Empieza el día.
Figura 1: Me pongo música |
La música me acompaña cada minuto de mi vida. No tengo oído musical. No soy capaz de diferenciar un Fa de un Do. Pero la necesito. Trabajo con música. Me programa la forma de sentir. Elijo si quiero disfrutar con una bolita azul en una canción cortavenas para ponerme profundo y reflexivo o de una bolita amarilla para reírme y brindar con las victorias. Para recordar trenes perdidos y aviones estrellados que me ayuden a hacer retrospectiva y análisis de los proyectos. O para pensar en nuevos proyectos con una canción de esas que ponen rock en tus venas sin generar colesterol.
A veces me pongo canciones de "I hate you" de esas que hablan de corazones sangrantes y batallas infinitas entre superhéroes que se quieren, que se odian, que se necesitan, que se extrañan en la distancia espacial y temporal. Y escribo mis e-mails de trabajo. Mi posts en el blog. Mis notas para futuros proyectos. Para encontrar al villano que clavó su veneno en mi ADN. Para pensar en qué voy a invertir mis esfuerzos para lanzar los nuevos proyectos. Para planear las nuevas batallas con Harley Quinn. Esas que no existen más que en mi mente.
Me pongo cantautores perdidos. De esos que cantan desde el fondo del alma. Que cantan en el Castizo, en Porteño, o en Galego. No importa que no tenga la medalla de las letras aún habiéndosela merecido hace años o esa estatua en Madrid que tanto se merece al lado de Quevedo. Y me pongo profundo. Me pongo a pensar en qué será mejor para avanzar cada proyecto. En el tiempo finito. En si apretar o aflojar en la tensión del deadline. En si el futuro será de los comandos dados por la voz, o si será una "Her" la que nos dirá lo que tenemos que hacer para enamorar a esa chica con la que vamos en el autobús todos los días al trabajo.
Me pongo a Rosendo. A mi Rosendo. Para que me regañe. Para que me diga que no se vende el rock and roll. Que me ponga a trabajar todos los días. Que coja el pico. Que me ponga a tirar del carro. Que hay que bajar al albero para ponerse en frente del morlaco y sentir la arena en la cara. Que desde la barrera las cosas son para otros. Para los flojos de pantalón. Que aquí hemos venido a disparar pan de higo y ser el enemigo. Y luego ya si eso, en casa, nos quejamos juntos del pulmón.
Me pongo a Chester. Que me grita desde el más allá. Que me obliga a gritar. A cantar. A hablarme a mí mismo. A decirme que las cicatrices no están mal. Que si no las tienes es que has muerto antes de vivir. A luchar contra los demonios interiores. A saber que los tienes. A no vivir siendo una mascara que pretende no vivir con sus enemigos interiores. A levantar al dragón que vive dentro de mí y ponerlo a echar fuego. A calmar a los escorpiones y meter fuego en mi espíritu. A que salgan las llamas por mis antebrazos para que me defiendan.
Me pongo música cuando regreso del trabajo. Cuando vengo cansando. Cuando la M-40 se cruza en nuestras vidas. Cuando no sé si voy o vengo. Como tú. Como muchos más. Cuando la lluvia cae sobre las luces que cortan la oscuridad en mi parabrisas. Cuando echo cuentas. Cuando repaso lo que queda y lo que "hay que" y lo que "habría que". Cuando pongo un +1 en tu bandeja de entrada. Cuando pienso en tomar otro café más.
Me pongo música cuando grito. Cuando bailo. Cuando saltamos con los muñecos. Cuando dibujamos con rotuladores. Cuando corremos. Cuando "papaete" busca el "culete" para hacer un "saque de tenis", o la tortuga Lola se escapa de Sharky que se quiere comer tu nariz. Cuando cantamos las canciones esas que gritas desdentadamente. Cuando preparas una coreografía para hacer un TikTok. Cuando me enseñas un vídeo de Youtube o un proyecto de Scratch.
Me pongo música ahora. Es lunes por la mañana. Suena Rulo. Suena una canción de esas cortavenas. Me calma antes de empezar la batalla. Me habla de un mar de dudas. De las mil que tenemos todos por delante todos los días. De tropiezos que tenemos. Y me relaja. Estoy a punto de comenzar mil batallas interiores y exteriores. De tener mil conversaciones que pululan por mi mente todo el tiempo. Y Rulo me cuenta problemas de otra índole. Que yo conecto. Que yo enlazo.
Me pongo música cada mañana. Y me pongo a bailar con el día. Que no he venido a este mundo a contemplar la pista. Hemos venido a movernos con estilo por ella. Y los que quieran estar desde la barrera o en las gradas que disfruten del espectáculo.
Saludos Malignos!
Me encantó el párrafo de Chester. Es el desarrollo que me faltó hace algún tiempo en una conversación sobre los temas y letras.
ResponderEliminarEl tema de hoy es la música y no mencionas a despistaos tu hoy tienes fiebre.
ResponderEliminarHola Chema como contactarte para hablar de una colaboracion /resena con Bitdefender? este mi corre
ResponderEliminarHe de decir que normalmente solo leo un poco por encima cada artículo, pero hoy... Hoy fue diferente, hoy me llegó al corazón.
ResponderEliminar@Unknown solo contesto por My Public Inbox. Contactar con Chema Alonso
ResponderEliminarSaludos!
@belen funciona perfectamente. Cuando quieras ese es el canal para comunicar conmigo.
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