Soy un miedoso. Mucho. Un cagón. Me dan miedo las agujas. Me dan miedo las alturas. Me da miedo hacer muchas cosas. Y muchas nos la hago por miedo. Y no me da vergüenza. Vale, no es verdad. Alguna vez sí que me da algo de vergüencita, pero es lo que hay. Reconozco que soy una persona que tiene un sentido del miedo muy desarrollado. No me gustan los espacios cerrados y pequeños. Me dan miedo muchas cosas. Y respeto esos miedos, porque sé que esos miedos, muchas veces, son por pura supervivencia. Esos son los que la herencia de mi ADN ha atesorado con éxito durante generaciones, porque gracias a actuar teniendo presentes esos miedos, ha conseguido llegar hasta hoy en día en forma de mí.
Tal vez, sin tener desarrollado ese sentido del miedo, un antepasado mío habría muerto arriesgando en el salto desde un risco en una montaña muy alta, y hubiera fallado, y hubiera muerto sin descendencia. Pero no, el antepasado que le pasó la herencia genética a otro de mis antepasados en forma de hij@ debía tener miedo a las alturas como yo, no saltó ese risco, y bajo por el camino de la montaña largo que va pegadito al río. Con mucho miedo, seguro, a ser comido por un bicho más grande, o encontrarse con otro humano violento. Seguro que se escondió mucho a lo largo del camino.
El miedo es parte de mí. Es parte de nosotros mismos. Lo sentimos muchas veces. Yo me desvelo por un mal sueño. Por una preocupación de que algo malo me suceda. O por una pesadilla en la que sucede algo que me da miedo. Como perder a un ser querido. El miedo es un sentido que nos protege y al que hay que escuchar. Yo suelo decir que es bueno tener miedo, porque te hace consciente de que estás vivo, de que tienes una conciencia más o menos clara de los riesgos, y que te va a ayudar a tener más datos a la hora de tomar tu próxima decisión.
Soy miedoso. Si alguno pensó alguna vez que no lo soy, no acertó.
Sin embargo, soy consciente de que a esta vida no he venido a que no me pase nada. He venido a que me pasen muchas cosas. Cosas buenas y malas hasta que me muera y dejen de pasarme. Y para que me pasen cosas, sé que voy a tener que pasar momentos difíciles, momentos de tensión, momentos de miedo, que voy a tener superar. Y lo he tenido que superar muchas veces. He actuado con miedo y con decisión a la vez. He ido cagado de miedo a subirme a un escenario para dar una conferencia sintiendo auténtico Pánico.
He tomado decisiones para las que no tenía todas las respuestas. Decisiones en las que la voz del miedo me ha dicho "y si pasa esto...". Y he tenido que tomar una decisión y organizar un plan lleno de incertidumbres. Lleno de posibles problemas. Miedos alrededor de cada esquina por cometer un fallo. Un montón de minicambios en cada paso, al irse descubriendo el mapa y desvelarse que algunos miedos no tenían ya sentido, pero sin embargo nuevos aparecían. Y te metías en un miedo aún mayor. O peor. Un miedo aún más terrorífico por ser desconocido.
Y acojona. Y pierdes el apetito. Y no duermes. Y sufres. Y vuelves a pensar una y mil millones de veces todas las alternativas que te dan aún más miedo. Joder. "¡Quién me mandaría meterme en esta liada!", piensas. Y vives en un estado de realidad del tiempo y de la vida a un nivel extrasensorial que hace hipersensitivo todo tu cuerpo. Cada cambio de temperatura. Cada nuevo estímulo que te llega. Cada nuevo paso de la aguja del reloj. Todo sirve para amplificar los miedos.
Pero una vez metido en harina, el miedo, que para unos son preocupaciones, yo procuro tornarlo en ocupaciones. En esa serie de tareas que yo puedo hacer para mitigar los riesgos, para conseguir solventar el problema, o para prepararme para el impacto. Las preocupaciones pasivas no suelen ser parte de mi forma de afrontar una liada ya metido en faena después de haber superado el miedo inicial de lanzarme a algo.
Dicho esto, a lo largo de mi vida he tomado pocas decisiones importantes. Todas ellas han ido acompañadas de un muro de miedo brutal que ha habido que superar antes de llegar al punto de tomar esa decisión. Ese muro se ha tornado una barrera insalvable en muchas otras que no he tomado. Y en las que he tomado, no todas el miedo era solo una barrera que desaparecía una vez superada. Ni mucho menos. En muchas de esas he tenido que darle la razón al miedo parcial o completamente, porque he sufrido mucho por tomarlas, e incluso he llegado a arrepentirme de tomarlas. Por supuesto.
Pero como yo me cuento mis propias realidades, sin pretender crear un dogmatismo de ellas, las solvento como cuando he sufrido grandes anhelos y pesares, sacando de ello lo bueno de tener un corazón y un alma que aún siente porque está viva. Si aún me duelen las cosas y no estoy "numb" es que hay vida dentro de mí que quiere seguir peleando. Pero sí, en muchas he sufrido, yo me he equivocado y el miedo llevaba razón en asustarme para que no tomara esa decisión. Pero... la tomé, la viví, y - hasta ahora - seguí viviendo.
Hay otras que, por el contrario, he tenido que tomar haciendo un "leap of faith" en muchas de las incertidumbres, porque el objetivo para mí era muy valioso. Un cambio importante en mi vida, un reto para el que no sabía si iba a estar listo, un "back or white" con un reloj de arena echando los últimos granos en el que sabía que tenía que tomar una decisión que iba a ser importante para mí y que me daba mucho miedo. Un miedo atroz. Y que ... salieron bien. Arriesgué. Vencí el miedo inicial, aparecieron muchos problemas y nuevos miedos detrás, pero lo importante es saber que todo, bien o mal, acaba con la redencion.
Por supuesto, cuando estoy luchando por superar uno de esos miedos, tengo claro que yo soy parte de la ecuación. Y que lo que yo haga, lo que yo pueda hacer, como yo pueda gestionar las situaciones, lo que pueda adaptarme, o cómo pueda resolver los problemas y miedos del futuro, cuenta. Y os aseguro que yo siempre apuesto por mí. Así que, cuando estoy intentando soñar, lo hago con los ojos abiertos, y pensando que ya tomaré la siguiente decisión de forma correcta en el siguiente problema o miedo que surga.
Yo lo veo como cuando bajas la montaña con la tabla de Snowboard. Vencer el miedo de tirarse la primera vez con los pies atados a un tabla de madera no es cosa baladí. Os lo prometo. La primera vez que te subes a una montaña, te da la ventisca en la cara, y tras atarte las botas a la fijaciones de la tabla miras pendiente abajo, piensas: "¡ni de coña!". Os juro que el pánico que invadió la primera vez fue brutal. El miedo me estaba enumerando la cantidad de huesos que me podía romper. Cómo iba a ser mi muerte. Cómo iba a ser de duro estar quitarte el esquí de otro esquiador que te lo hubiera clavado en el estómago. O lo imposible que iba a ser que me rescatasen cuando cayera por el barranco y muriera esperando que un helicóptero viniera a rescatarme. Y alguna cosa más, que yo he leído bastante y tengo mucha imaginación.
Pero sin embargo, me tiré para abajo.
Y el miedo tenía un poco de razón. Me di muchos golpes. Muchos moretones. Esguinces. Dolores. Ibuprofeno en tabletas. Pero no fue para tanto. Y aprendí a bajar sin caerme. Y a hacer canto y contracanto. A pillar la nieve polvo y evitar las placas de hielo. A saber cuándo una trazada me da buena salida y cuando un esquiador se me va a cruzar. Y a bajar gritando de alegría montaña abajo con el viento en la cara. Sintiendo eso que solo sientes cuando vas subido a una tabla sabiendo que es ella la que te lleva montaña abajo y tú solo puedes rectificar un poco la trazada. Pero que vas para abajo sí o sí porque ella manda. Y sentir esa sensación eléctrica que te sube de la rabadilla a la nuca erizándote todos los pelillos de la piel con cada movimiento brusco por culpa de un cambio en la superficie de la montaña. Y llegar jadeando al final. Vivo. Y sonreir. Alegre. Feliz. Exultante. Porque has sentido lo vivo que estabas en cada metro que has ido bajando.
Y disfrutar como nada de hacer Snowboard.
Y aún así, mi miedo me avisa de que cada día es distinto, de que cada bajada es diferente, de que los esquiadores en movimiento son cambiantes y nunca sabes quién te puede venir por detrás y derribar. Comencé a hacer Snowboard en el año 2005 y en el año 2018 volé por la montaña cuando me arrollaron, y me golpeé la cabeza, salió el casco volando me tuvieron que evacuar en camilla bajando por la montaña ... y sí. El miedo llevaba algo de razón razón. Pero aún así la recompensa mereció la pena. Y no pienso dejar de hacer Snowboard y seguir tirándome por la montaña helada.
Lo mismo me sucedió con el skate, los patines de hielo, el Hoverboad, o el resto de los juguetes. Claro que tengo miedo. Y después de haberme abierto la cabeza con el skate, perder el conocimiento durante horas y despertarme mientras me cosían, mucho más. Pero sigo haciendo skate, y seguiré haciéndolo.
Y diréis ... ¿por qué?
Pues porque estos ejemplos que he destinado al mundo de los deportes de riesgo, son solo una metáfora del resto de cosas que he hecho en mi vida. He tenido que superar mil miedos, y claro que no ha sido "Bien" o "Mal", todo ha tenido cosas buenas o malas, pero he superado el miedo porque el beneficio para mí era mayor que el no hacerlo. He superado el miedo, he fracasado, me he arrepentido, otras veces no y ha ido bien, otras ha ido mal, pero he seguido peleando con mucho miedo, y al final han sido las cosas más importantes de mi vida.
Y sin embargo, las que no he hecho. Las que he dejado que el miedo me impidieran hacerlas. Las que he dejado que el miedo me ganara la batalla. Las que he dejado pasar la oportunidad por miedo. Las que me he acojonado por ser especulativa o conscientemente de los problemas, riesgos, preocupaciones, o dolores que iba a sufrir, son las que se han viralizado dentro de mi cabeza. Se han enroscado en mí. Han tomado cuerpo dentro de mi cerebro, y vienen a visitarme muchas noches. A recordarme que están ahí. O que ya no están y no hay forma de volver a pelear contra el miedo. Porque se fueron para siempre las oportunidades de luchar contra el miedo y conseguir, o no, el éxito, de pelear por ese proyecto. Y además sabiendo que el tiempo es finito. Como dice la canción, "como si fueras a morir mañana".
Así que, si tienes miedo, bienvenido al mundo de los vivos. Si lo tienes pero lo superas, y sale bien, ¡genial! Si lo superas, y sale mal, pues a seguir viviendo, que si ya sabes que el miedo tenía razón, al menos sientes lo que es vivir. Y si no lo has intentado... pues recuerdos a tus fantasmas. Esos que viven contigo en tus noches. Así que, no tengas miedo a tener miedo, sino a que te incapacite a tomar todas y cada una de tus decisiones sobre lo que tú quieres en la vida, porque unas veces tendrá razón, otras solo un poco, otras no tendrá ninguna razón.
¡Saludos Malignos!
Autor: Chema Alonso (Contactar con Chema Alonso)
Paradójicamente resulta muy valiente esta publicación sobre el miedo.
ResponderEliminarYo creo que hay que escucharse, es muy importante. Si se siente miedo, tendríamos que tratar de diferenciar si es un miedo racional, cómo puede ser sentir miedo al cruzar por un puente medio roto y estrecho por el que podrías caer y morir, o un miedo un tanto irracional, en el que realmente nuestra supervivencia no está en juego. Para este segundo tipo de miedo, creo que es un aviso para hacer introspección y conocernos más. Pienso que cuando lo sentimos, es nuestro deber, si queremos seguir creciendo a nivel personal, ir "tirando del hilo" para descubrir de dónde viene ese miedo y a qué tenemos miedo exactamente para así poder enfrentarnos a él y vencerlo. Una técnica puede ser el preguntarnos "por qué" tengo miedo a esto, contestarnos a nosotros mismos y, sobre nuestra respuesta, volver a preguntarnos "por qué"... así, hasta llegar al fondo de la cuestión. También es importante preguntarse el "para qué". Esto nos permite llegar a la raíz de nuestros miedos y autoconocernos para poder hacer frente al problema real. El miedo no es el problema, es una emoción que nos hace huir, pero sólo nos sirve huir corriendo de un león que nos va a comer...Si son otros miedos, más de nuestra época, más irracionales, entonces huir de ellos sólo nos hará dejar de crecer como personas. Si no fueramos capaces de descubrirlo por nosotros mismos, deberíamos acudir a un especialista a que nos ayudará. Esa es mi opinión y la manera en la que trato yo de gestionar mis miedos, que también los tengo. Espero que puedas superarlos. Muchísimas gracias por compartir tus sentimientos. Un abrazo virtual.
Buena reflexión. Gracias, una vez mas.
ResponderEliminar