Hace mucho que dejé de creer en planes perfectos. En proyectos en los que tienes todo pensado y planificado. En esos en los que puedes comenzar porque has eliminado todos los riesgos. En esos en los que todo va a salir bien. No. Al contrario. Comienzo todo pensando en que todo puede torcerse. En que voy a fallar en muchas cosas. En que hay cosas que no sé, pero que pasarán. En que el escenario actual sobre el que estoy pensando, va a cambiar. Y que voy a tener que caerme, equivocarme, fracasar, sufrir muchas veces. Y es precisamente por eso, por lo que me animo a comenzar tantos proyectos.
Figura 1: Sobre el fracaso y las derrotas con las que hay que convivir
Llevo así desde tiempo inmemorial. Ni recuerdo cuándo dejé de creer en que podría describir un camino perfecto entre el punto "hoy" y el punto "dentro de 5 años". Y sin embargo, he comenzado muchos proyectos que han durado mucho más de cinco años, por ejemplo, lo cual quiere decir que he tenido que vivir con la incertidumbre siempre. He tenido que vivir con muchos fallos. Con muchas cosas que han salido mal. Con muchos cambios de escenario. Con muchos enemigos. Con muchas derrotas. Ya te digo que sí. He perdido muchas partidas en el juego hasta que he dominado una fase.
Al final, en esta vida hay que perder y fallar mucho para poder conseguir que algo salga bien. Y si no estás preparado para ello, suerte en la gestión de la frustración el día que tengas tu primera derrota, tu primer fallo, tu primer fracaso, tu primera decepción, tu primera derrota, porque, va a pasar. Va a llegar. Y probablemente más pronto que tarde, así que ármate de resistencia, que es la mejor herramienta que puedes meter en tu mochila para conseguir que te salgan bien las cosas en el futuro. Abandonar al primer, al segundo, o al décimo problema, es solo una forma de aceptar la derrota para siempre.
No estoy diciendo que seas terco con algo que no tiene sentido, sino que si quieres que algo salga bien al final, vas a tener que aprender a caerte muchas veces antes. Yo soy de soñar con los ojos abiertos, y parte de ese sueño es saber que van a salir las cosas mal con mucha seguridad, y que tengo que aprender a fallar. A fracasar mucho. Ni sé la de veces que me salieron mal las cosas a mí. Desde aquella primera entrevista de trabajo que os conté donde no me cogieron por no estar preparado, pasando por el curso donde los alumnos pidieron que me cambiaran porque era muy mal profesor, hasta investigaciones fallidas, proyectos que no salieron como esperaba al principio, o planes que se cayeron porque aparecieron problemas insalvables.
En muchos de esos fallos, de esas derrotas, ha venido gente a puntualizarme los errores. A decirme en qué me había equivocado. Y no mola nada, porque en esos momentos, cuando estás cabreado por fallar, parece que lo último que quieres es oír hablar de ello. Pero probablemente es la mejor información que vas a tener para el futuro. Aprender qué podías haber hecho mejor, diferente, o qué te hizo tomar una decisión errónea, o simplemente peor que otro al que le salió bien.
Todos esos fracasos, problemas, fallos, situaciones jodidas, que he atesorado desde que era un niño, las he analizado hasta el extremo. Os sorprendería la de veces que he revivido cosas que me salieron mal hace veinte, diez o cinco años. La de veces que he repasado los elementos que tenía para tomar una decisión en un punto. Y ver qué no vi entonces. Dónde no hice todo lo que tenía que haber hecho. Qué me faltaba para que hubiera salido bien. Detalles que algunas veces he visto pronto, y otros que he conseguido ver con mucha más distancia en el tiempo. Otros, que aún no he visto y sigo revisitando.
Tengo mis derrotas, mis fallos, y mis fracasos mucho más presentes que, por el contrario, aquellas cosas que salieron bien a la primera y del tirón. Recuerdo las charlas en las que las demos me fallaron - y por qué -, mientras que las que todo fue perfecto no están tan presentes. Grabados a fuego se me quedan los fallos en la cabeza. Los fracasos que tuve. La sensación de perder esa que arde en las tripas. Y que tienes que aprender a gestionar.
Pero no. No son una losa en mí ni mucho menos. No le tengo miedo a tener problemas. Ya lo tuve en el pasado, y sé que tener miedo a equivocarse puede ser la primera gran equivocación, así que los errores son como una base de datos de conocimiento que uso para entrenar mi inteligencia. Sin dolor emocional. Como acicate inspiracional para hacerlo mejor en la siguiente ocasión. Contando con más datos. Con más experiencia, que al final es eso lo que te dan los fracasos. Las derrotas enseñan mucho más que las victorias y los éxitos. Y el que te ayuda a superar un problema cuando estas levantándote de una caída, te ayuda más que el que dice lo bueno que eres cuando ha salido bien.
Así que, cuando comienzo con un nuevo proyecto, con una nueva idea, con una nueva iniciativa, estoy preparado para que salgan mal muchas cosas. Para sufrir. Estoy preparado para sacrificarme. Para aguantar la crítica, la equivocación, la rectificación, y los problemas que vayan surgiendo. Sé que no tengo todas las respuestas. El que crea que sí las tiene cuando comienza un proyecto es solo un necio o un mentiroso. Lo que me armo es de resistencia, para saber que sólo yo decido cuando dejo de dar zancadas. Para rodear todos los árboles del camino, para girar el tablero todas las veces que sea necesario, para inventarme una nueva senda, o aguantar una nueva acometida de la fortuna.
Creo que mi infancia me hizo muy resistente, y el haber hecho tantas cosas, grandes y pequeñas, y haber tenido tantos problemas no esperados, tantos cambios de escenario no contemplados, me ha ayudado a desarrollar el superpoder de no preocuparme de los problemas, sino de ocuparme de ellos. De que cuando algo es un problema lo que tengo que hacer es ocuparme de ellos, con mi sistema de priorización básico de "Big Problems, First" y que conseguir hacer algo es algo que va de clavar clavos.
Así que cuando comienzo un proyecto, tirando de toda la experiencia que atesoro gracias a mis problemas pasados, los que me vencieron y los que vencí, los que sé por qué me salieron mal, y los que sé por qué me salieron bien, con cuidado de los que no sé por qué funcionaron, y con los problemas que aún no conozco trazo un plan que comienza con los primeros pasos firmes en la dirección de mi destino, pero me armo de resistencia, y voy evaluando los árboles y piedras del camino según me voy tropezando o dando con ellos. Me he especializado en mi vida en resolver problemas después de tener un fallo, de sufrir una derrota, o de equivocarme. De hecho, creo que tener éxito en un proyecto depende más de saber resolver problemas y superar adversidades, que de que el plan sea bueno.
Si es nuevo el proyecto, la sensación es como caminar por un bosque a ciegas descubriendo mapa. Recibiré muchos golpes. Lo sé desde el minuto uno que comienzo el camino. Me ha pasado muchas veces. Y muchos de esos golpes me han llevado al suelo. De bruces. De espaldas. He sangrado. He tenido dolores. Tristeza. Pero sé que, para llegar al destino, debo levantarme, ocuparme del problema, saltar la vaya, vadear el rio, cruzar el puente, luchar con la espada en la mano, o escabullirme por otro camino paralelo. Es decir, cambiar el plan para seguir yendo en la dirección del destino, aunque sea por otra ruta. Hasta conseguir la redención.
Y es en ese momento, cuando mires atrás, cuando verás que el camino se explica conectando los puntos hacia atrás. En ese momento sí que puedes entender por qué funcionaron las cosas, mirando hacia atrás. Podrás saber cuáles eran las baldosas correctas que pisaste, y podrás dejar fuera de la explicación todas las erróneas que también pisaste si quieres, para que sea mucho más clara la narrativa, pero que te quede claro que si estás al principio, vas a pisar muchas baldosas equivocadas que te van a retrasar, tumbar, o devolver a la casilla de salida.
Así que, si quieres sacar un proyecto - sea el que sea - en tu vida, prepárate a que salgan mal muchas cosas. Si estás listo para ello, y no pierdes el tiempo en preocuparte, sino en ocuparte, entonces estás ya listo para comenzar el viaje. Aunque salga mal.
¡Saludos Malignos!
Autor: Chema Alonso (Contactar con Chema Alonso)
Me ha inspirado un montón. Gracias por compartirlo!
ResponderEliminarMuchas gracias por la reflexión, saludos desde México.
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