Hace muchos años que comencé a correr en mi vida profesional. A tener la sensación de que si quería hacer todo lo que deseaba hacer, tenía que ir más rápido haciendo las cosas. A saber que tenía que disfrutar más intenso los pocos momentos que tenía para saborear cuando acabas un proyecto, das una charla que te gusta, o aprendes una cosas nueva, para pasar al siguiente. No me gusta disfrutar más de lo debido de algo que ya está hecho, porque la diversión para mí no está en acabar un puzzle, sino en construirlo. Y una vez terminado, quiero hacer otro y no quedarme a contemplar lo bien que lo hice. El camino siempre me ha resultado más apasionante que la meta.
También, para hacer cosas grandes o grandes viajes, descubrí hace tiempo que tienes que ser parte de un equipo. Supongo que lo descubrí en la obra, donde para construir un edificio hay que hacer que muchas personas trabajen acompasadas, y el que no sepa coordinarlos, entenderlos, motivarlos, no va a sacar la construcción a tiempo. Lo viví desde dentro. Fui cocinero antes que fraile y viví estar al lado de los que se mueven por las ordenes de los que las dan. E intenté aprender lo que estaba bien y lo que no funcionaba.
Así que busco compañeros para grandes viajes o grandes proyectos, de esos que siento que son más grandes o importantes que yo, en los que la suma de todos somos condición necesaria para el viaje o el proyecto. Unos son buenos defensas, otros grandes carrileros, algún perezoso con brillantez, tácticos en los saques de falta, o grandes rematadores de saques de esquina pero que no bajan a defender siempre. Para mí, juntar un equipo para resolver un puzzle es una mezcla de variedad en capacidades, diferencias en virtudes y carencias, y búsqueda de gestionar los defectos que se tienen, sin mucho drama, para ir siempre avanzando.
Suelo trabajar bien con casi cualquiera, siempre que sea buena persona. Prefiero buenas personas y gente de equipo a grandes profesionales que sean malas personas, porque la experiencia me ha enseñado que las buenas personas se acoplan mejor en equipos que los grandes profesionales. Si encima son mejores que yo, más aún los quiero en mi equipo. Si te toca de compañero a un crack, me pongo a su lado, e intento que disfrute y brille en el proyecto poniéndole en el spotlight. Y por el contrario, tenemos que quitar lo muy malo, que una sola pieza podrida puede contaminar el frutero. Así que busco meterme en proyectos con buenas personas, y después me acoplo yo con lo que me toque en cada momento, que muchas veces es un rol secundario.
Intento ser una pieza comodín que haga el trabajo que le toca. Si toca fregar se friega. Si toca barrer se barre. Y si toca echar gotelé que me traigan el compresor y la pistola que ya lo voy tirando. El ser flexible en las responsabilidades en función de las necesidades, hace que mi trabajo sea cambiante, y me obliga a aprender disciplinas y cosas nuevas constantemente. Cada proyecto es diferente. Cada situación de cada proyecto es distinta. A veces negociar, a veces remontar un gol en contra, a veces comunicar, a veces organizar recursos, a veces tomar decisiones de roadmap, motivar a un miembro del equipo, o reequilibrar lanzamientos.
A veces invertir, a veces parar, a veces convencer, a veces defender, a veces vender, a veces buscar socios. Nunca es lo mismo. Y todos los movimientos hay que mirarlos como posibles y ejecutarlos en proyectos en paralelo, así en un día puede tocar hacer diferentes movimientos con diferentes puzzles.
No me importa cambiar mi rol a diario, o semanalmente. Acepto el cambio y la tarea que me toca cada semana. Y lo hago jugando con todos mis puzzles. Llevando un Round-Robin en cada uno de ellos. Repasamos los proyectos, vemos los problemas, los avances, y me caen los trabajos a corto de esa semana. En todos los caminos que llevo en paralelo la próxima curva es un misterio. Con lo que comenzar una semana siempre es una incógnita de excitación sobre qué me tocará hacer cada día de ella. Una sorpresa.
Mi día a día, de lunes a domingo, suele ser bastante caótico en cuanto horarios, ubicaciones, y actividades. La ejecución de los puzzles manda. Y si alguno de ellos no ha avanzado suficiente, hay que meterle una revisión, o ver por qué esta desbloqueado. Pensar de manera diferente sobre él. Darle vuelta a soluciones imaginativas para que siga avanzando. Se trata de que el platillo siga girando, y yo de he correr de uno a otro mientras que pienso por el camino en qué hacer con el otro que se mueve menos.
Esta es mi forma de hacer cosas. Y no sé si estaría listo para funcionar de otro modo. Supongo que mi cerebro necesita el chute de energía y alegría que le da estar un poco más cerca de acabar el puzzle, y cuando acabo uno, ya tengo abierto dos nuevos, pequeñitos. Una nueva idea loca, o un acuerdo con otra gente que tiene una idea que me mola. O una pelea más grande para cambiar una industria, aún sabiendo que nos va a llevar años hacerlo. No importa, puedo estar jugado con el puzzle durante años. Me gustan los puzzles complejos. Es más, cuanto más complejo más divertido.
Y llega la noche, y el fin de semana. Y mi cabeza se ha anotado la tarea de revisar los planes a medio y largo plazo. A ver si estar muy cerca del árbol en medio del camino no me deja ver el bosque. Corro y reflexiono. Busco revisar los cambios de contexto en meses, años, los riesgos en función del tiempo, y tomo mis decisiones. Asumo, elimino o gestiono cosas por delante. Busco limpiar la pista antes de que toque correr por ella, o elegir un camino tiempo antes para evitar un obstáculo futuro. Busco meter los fontaneros antes que los albañiles para que no haya que romper después usando la maza y el cincel. Que a veces tocará. Hoy toca eso.
Supongo que comencé a hacer puzzles por la necesidad de sobrevivir, continué por la necesidad de prevenir, y acabé apasionadamente enamorado de hacer cosas nuevas. Delivery. No creo que me encontréis vagueando mucho nunca en ningún sitio, que lo mío es más de estar haciendo algo, que es lo que me gusta, me mantiene vivo, y me carga las pilas.
¡Saludos Malignos!
Autor: Chema Alonso (Contactar con Chema Alonso)
El puzzle parece un camino en el que cada vez uno descubre o redescubre algo en sí mismo a través de los demás y lo que hace. En realidad, es lo que hacemos todos en el tablero de la vida que nos ha tocado jugar, autodescubrirnos. O como dirían esas filosofías orientales: Autoconocimiento
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